viernes, 26 de marzo de 2010

Para decir acá estamos todavía

Del sur, Neruda gritaba que una saeta le atravesaba el alma girando su desvelo hacia esta isla: «Cuando cantó cada nación su canto/ salido de victoria y sufrimiento/ cada voz nacional dijo su estrofa./ Tú bajaste los ojos en silencio./ Muñoz Mentira envió su telegrama/ de aceptación teñido por el miedo,/ pero tu voz estaba encarcelada,/ tu pobre corazón estaba preso./ El norteamericano puso el pie/ sobre Muñoz y le dictó un decreto/ y bajo ese decreto y esos pies/ el Estado Asociado huele a muerto./ El Muñoz Asociado sube y baja/ los corredores del Departamento/ ofreciéndole…/ un ataúd con dólares sangrientos./…/ clavado con los clavos del tormento/ por tus hijos traidores que taladran/ sobre una cruz de dólares tus huesos./ Sin embargo tu nuevo día anuncio:/ anuncio la llegada de tu tiempo:/ los mercenarios rodarán al polvo/ y se coronará tu sufrimiento,/ se restablecerán las dignidades,/ tu propia voz, tu propio pensamiento:/ expulsarás la insignia de Chicago,/ y tu bandera crecerá en el viento».


Otho y yo habíamos quedado en vernos a las cinco y treinta para cenar antes de ir a escuchar al amigo Dennis Márquez en su charla sobre el Caso de las Carpetas. Vino apenas se ocultó un sol a todas luces agotado, eran ya las siete y quince. Debo aclarar: agotado el sol, no Otho. Tengo la impresión que lo suyo se debe a las tantas noches perdidas en los casinos, y por ende, las obligadas largas horas en viajes de regreso para luego, haciendo de tripas corazón, intentar cumplir con las responsabilidades propias del matrimonio... Y otras exigencias: bañar y dar de comer a Anubis, sacar el bote de basura, cambiar bombillas fundidas, lavar los baños, desvelos por causa de una gota impertinente… Porque pensándolo bien, apenas me lleva unos años y no creo sea culpa de la edad su caminar cansino, su hablar pausado, sus lentos ademanes, su calva más que incipiente, quejas y dolamas, en fin esas cosas de viejo que le adornan. Ya en el auto, sin intención de invitarme a comer un carajo enfiló en ruta al Comité del Partido Independentista Puertorriqueño en Puerto Nuevo, donde sería la charla. Como nuestra pasión -amén de estos halagos y la lucha por la independencia patria- es la palabra escrita, nos dividimos asuntos: él remojaba ideas sobre el simulacro de tsunami, desastres o síndromes de negación, y yo sobre escribir algo de lo que estaba por escuchar. Y llegamos a las inmediaciones del Comité. Luego de varias vueltas encontramos al fin estacionamiento. Al ver tantos automóviles comenzaron las elucubraciones: debe estar reunido hoy medio mundo en Puerto Nuevo, nos rodean la UPAGRA, la Hermandad de Empleados de la UPR, el NMINH, tres restaurantes, un CDT, dos colegios, una casa de masajes... Según nos fuimos acercando vimos el Comité del PIP lleno a capacidad. Así que no intentaré enlazar con palabras nuestra alegría de mil poemas. Nos abrimos paso al interior, la charla había comenzado. Muchos jóvenes y decenas de veteranos militantes independentistas escuchaban. Mientras Dennis hablaba yo admiraba aquellos hombres y mujeres contra quienes no pudo ni el carpeteo, amenazas ni otras persecuciones, las lluvias ni las sequías, ni el tambalear de la armonía en sus familias y trabajos, ni el fin de proyectos, ni desastres electorales... ¡Y el ver aquellos jóvenes con el entusiasmo de quienes apuestan a la esperanza...!

Horas más tarde al regresar a la habitualidad de la mesa en el traspatio vino a mi memoria -de entre tantos otros- aquel día en el Espino, en casa de mis tíos. Y escribo lo siguiente:

La tarde en que compartíamos historias se metió en mi nariz el aroma del café y sobre una alfombra de hojas de panapén, aguacate y naranjo, entre hileras de hibiscos, rosas y vergüenzas vi acercarse a la tía, que si mal no recuerdo vestía una bata gris claro estampada en flores rojas y azules. Me dijo: “aquí tienes tu cafecito prieto, Luisito”. Y aprovechando que el tío Millo fue por unos documentos que interesaba mostrarme nos quedamos conversando allí en el patio. Hablamos de la familia, el vecindario, las cosas que habían cambiado... Reímos, ¡cuánto nos reímos! He de reconocer que su espontánea sonrisa es siempre motivo de fiesta en mí, la complicidad nos viene de los primeros recuerdos de mi infancia. Y no he de olvidar que por unos meses, en mi adolescencia temprana, viví aquí en esta casa: ella, el tío Millo y los primos que fueron mis hermanos de a diario. El bullicio de estudiantes en el intercambio de clases del plantel vecino me llevó unos instantes a mis correrías por aquellos mismos salones y pasillos; mis dibujos en sus paredes, precursores de los graffitis que la adornan hoy, mis amores de verano, la niña de la Cuchilla que me gustó tanto..., la de Ovejas...; los amagos de violencia y los encontronazos entre “gangas de escolares” en aquel nuestro barrio de entonces. Pasados los minutos regresó el tío mientras ella iba de vuelta a la cocina. Recuperamos las interrogantes y especulaciones congeladas en el aire, dejadas hacía unos instantes tras la llegada de la tía Moncha con el café. La conversación giraba, claro está, en torno a la política, tema que a ambos apasiona tocar en cada encuentro. De entre el amasijo de papeles y viejas revistas en la caja que traía en sus manos extrajo la Carpeta que le confeccionó la División de Inteligencia de la Policía de Puerto Rico. Hablando de su carpeta y la mía aproveché el momento para decirle que en mi carpeta hay escrita una descripción de esta casa. El texto en ese folio comienza: Caso: Tomás Luis Vargas Morales/ Raza: negra/ Color: trigueño/ Ojos: negros/ Pelo: negro grifo/ Estatura: alrededor de 67”/ Peso: aproximadamente 130 lbs. Descripción de la residencia en que se encuentra: Parcela del Bo. Espino, calle Recreo #15-A […]… en la casa que está al lado derecho de la escuela del barrio Espino, de frente al parque de pelota. Casa de madera techada de cinc y piso de concreto. Al lado este tiene dos persianas y colinda con la escuela. Al lado norte tiene ½ balcón, una puerta y dos persianas. Al lado oeste tiene tres persianas y al lado sur tiene puerta y una persiana. Vo. Bo. Tnte. César Soto 7-1402, Jefe Unidad de Inteligencia. Y toda una cronología de piquetes, repartición de boletines, mis visitas a la entonces Pizzería de Roberto Aponte Toro, las reuniones en su oficina-residencia, fotos, amigos, entrevistas a vecinos, maestros, familiares, y hasta los días de vigilia frente al Oso Blanco mientras Rubén Berríos y los demás compañeros estuvieron presos por lo de Culebra (y algunas tarjetas, fotos mías frente a la Escuela Superior, y una nota que dice: la otra carpeta fue destruida).

Cuando nací ya era legendario el independentismo del tío. Por ello quiero contarles algo de él, aunque ya mencioné algunas cosas en Señal de primavera. “Perdimos el horizonte, no había rumbo, se nos fue cerrando el camino. Yo me mantuve hasta unos meses antes de las elecciones del 1964. Muchos estábamos cansados, agotados. Yo había perdido la esperanza, no hubo triunfos, ni a la familia era fácil explicarle el porqué seguir, no comprendían, se les hacía imposible comprender; vivíamos padeciendo aquella miseria, aquella agonía y era...prolongarla ó... No tuve otra salida”, recuerdo me dijo aquella tarde buscando el cielo con su mirada. Y hago énfasis en esto hoy, luego de la extraordinaria charla que diera Dennis, porque lo mismo sucedió a miles de hermanos puertorriqueños. En el último folio de su carpeta un agente de la policía escribió: “El 13 de septiembre de 1964, el pasado candidato a alcalde por el Partido Independentista Puertorriqueño, el señor Emilio Vargas Gerena, hace su ingreso a las filas del Partido Popular siendo presentado por el alcalde del municipio de Añasco, Agapito Crespo, en un mitin que contó con la presencia del gobernador, Luis Muñoz Marín”. La persecución y presión constante logró convertirse en razón para tragarse la voluntad de un hombre que luchó con pasión. Él mismo lo ha dicho: desde aquel día el automóvil que siempre me seguía se perdió de vista y el empleo ya no fue problema. Años más tarde llegó a ser el Director de Obras Públicas del Municipio de Añasco. En su carpeta, testimonio escrito de años de persecución, pude leer informes de los agentes que hicieron de su vida una dura y cruel batalla por sobrevivir. Como diríamos en el barrio: “le hicieron la vida de cuadritos, pana”. La preparación de expedientes de independentistas, esas llamadas Carpetas de Subversivos donde el gobierno de Puerto Rico cultivó la práctica de recopilar, almacenar información y documentar la vida pública y privada de individuos, del Partido Independentista Puertorriqueño desde su fundación, de grupos y organizaciones sindicales, culturales, estudiantiles o cualesquiera otros vinculados con el movimiento independentista, fueron por décadas engordadas a través de agentes de la policía e informantes pagados o gratuitos. Y como resultado de esta infame práctica se privó a miles de independentistas puertorriqueños de oportunidades de empleo y estudio, se justificaron arrestos ilegales, se criminalizó la lucha por la independencia y estigmatizó a muchos causando daños imposibles de contabilizar o subsanar. Y el Negociado Federal de Investigaciones (FBI) llevó a cabo la misma práctica de recopilación y vigilancia (desde el reclutamiento de informantes hasta la propagación de falsedades y la interferencia en procesos plebiscitarios y electorales). Todavía existen en manos federales documentos que prueban una mayor intervención del FBI y otras agencias federales de seguridad e inteligencia en actividades diseñadas para interferir y socavar los intentos de autodeterminación e independencia del pueblo de Puerto Rico. Más aún, se sabe que conservan copias de carpetas preparadas por la policía de Puerto Rico. Y es oportuno dejar claro que el proceso de admisión y rectificación reciente en los tribunales de la isla no estará completo sin la inclusión de los cómplices e instigadores históricos: las autoridades federales; gran parte de la historia de la inmisericorde persecución política al independentismo puertorriqueño queda por develar.

El efecto demoledor, las consecuencias de esta persecución, especialmente en poblaciones como la añasqueña, en vecindades rurales como mi barrio Espino, espero sean algún día analizadas con la rigurosidad científica que amerita. Y quizá pueda el pueblo en general conocer entonces en toda su magnitud del extraordinario valor y desprendimiento de quienes toda una vida predicaron por sus calles la libertad, la independencia de Puerto Rico.

 Caricatura de Muñoz Marín por Filardi.
Publicado por el periódico El Mundo
a mediados de 1948, año en que se
aprobó la Ley de la Mordaza y el
PIP se aprestaba a participar en sus
primeras elecciones.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Qué alegrías has conocido tú?

Aunque mi alma –un desierto sediento de ilusiones- /no pide su derecho de juventud y amor, /sólo te imploro en calma, por mis renunciaciones… / Tu me diste dos almas: la una, de diamante,/ los golpes de la vida bien puede soportar;/ pero me diste otra alma, soñadora y amante,/ y de pasión, a veces, me siento desmayar./ Son los mejores años de mi existencia, y muero…
Elvira Lascarro Mendoza

Sin cambio aparente en la rutinaria normalidad, amaneció. Y como es costumbre en esta vecindad y sabido de ustedes los ladridos de Lulú y Lily anuncian el nuevo día mientras Elmer calle abajo repite la noticia. Si Sobra ni se da por enterado. De pronto, los presagios: si bien suele decirse que la muerte nos lleva de tres en tres, estos parecen llegar también en trío. Primero fue Rosin, de camino a su oficina me preguntó por ti. ¿Por qué? Al rato, de vuelta en casa revisando mi página en facebook, y contestando los mensajes de anoche, llama mi atención de un poema de Johanna Andino Rivera: “Y los oídos que acordaron no beber la palabra lesionada; Hoy beberán lamentos con lágrimas libres y mejoradas”. Ahí ya me embargaba la sensación de la estocada perfecta -touché, Tomás- sin cruzar florete con la amiga poetisa. Salgo al traspatio, a la sombra, entre palmeras y flores disfruto sentado a la mesa el tercer pocillo de café. Fue entonces que recibí la llamada de mi hermano, quien había descubierto una página en facebook del barrio Espino de Añasco, el barrio de nuestra remota infancia. Y recordamos tiempos idos, y hablamos de ti, de la familia, de amigos y los vecinos de aquellos días. Al terminar la llamada dejé el celular sobre la mesa, cerca al pocillo vacío. Recordé que una foto tuya marcaba un poema en Antología Poética Universal y fui hasta la biblioteca. Es una foto en sepia. Estás sentada en un banco… estás joven y hermosa, el cabello rizado, te acompaña el viejo y una de las tías… Releí el poema. Fui por mi celular y salí a dar una vuelta. Un ruido de amargura ocupó el camino y el vacío de tu ausencia se fue haciendo presente, y mi memoria se allegó hasta el pueblo… ¡Maldito! La gente puede llegar a ser tan cruel. Y sentí coraje, lo confieso, es un coraje ya viejo. Un coraje que nadie puede quitarme, es lo único mío… Las horas cogieron el sendero que conducía a la nada.Y se me fue yendo el día.

En la noche, libro, foto y laptop en mano regresé a la mesa en el traspatio. Y las primeras líneas de la Plegaria marcada por aquella foto preceden (como epígrafe) esta nota que algo más fuerte que la prudencia me obliga a escribir para ti…

Hoy en la mañana, de un modo extraño, casi infantil, reí contigo y celebré ese niño que aún camina conmigo. A la caída de la tarde había en mí, sin embargo, una confusa inquietud. Te he tenido tan a la distancia durante mucho tiempo… sin conseguirlo. Aunque nunca te dije, de llevarte tan dentro y olfatearte sobre terrenos recién movidos, cada amanecer me conmovía -no imaginas cuánto- aquel triste mirar de tus ojos azul cielo y tu alma de poetisa, tronchada. Mi obstinación en alejarme ocultaba el temor de que llegada la noche te me esfumaras nuevamente, temor confuso e irracional que aumentaba de continuo. Descubro que conforme transcurren los años, y voy recobrando la lucidez, se me hace todo tan claro que oscurecen mis ojos lágrimas negras. Y que encaneció el tiempo mis cabellos... ¡Como han pasado los años! Hoy comprendo el porqué de tu rostro afligido, tus lágrimas bondadosas, tu dolido corazón, el silencio en tus labios apretados… tan callada de ilusiones, en ocasiones ¡tan severa!; tu encono con la vida. ¡Si pudiera como antes de...! Recuerdo que en mi adolescencia temprana te busqué en aquel vagar por las tinieblas de la noche, perdido en llanura de sombras; “errante por los umbríos senderos de las incertidumbres dolorosas”. He pagado el precio de no encontrarte aquella madrugada... Y me pregunto ¿Qué alegrías has conocido tu? Si tu vida fue tan dura, y tan abundante en privaciones... A pesar de la espera en exclusiva entiendo tu prioridad de entonces en la decisión tomada. Así que dejemos de lado las tristezas y venga a nuestras vidas la alegría. ¡Hoy cumples ochenta años! La vida misma te absolvió. Y yo no me cansaré de celebrarlo. Si no hubieras partido entonces serías otra de tantas víctimas, una estadística más en un amarillento y olvidado diario. ¡Que fuerte has sido, mujer! Celebro tu decisión. ¡Estoy tan orgulloso de ti!

PD: Perdona a este descreído que hoy, pasado tan largo tiempo, pide tu bendición.

jueves, 11 de marzo de 2010

Fue en un bar

“Mi vida no es atroz. Si dejo las intranquilas esperanzas de partir en busca de Faustine, puedo acomodarme al destino seráfico de contemplarla”.
           Adolfo Bioy Casares (La invención de Morel)

De entre todas nuestras relaciones hay una que siempre será especial, no importa cómo termine. No se si alguna vez le habrá pasado a alguno de ustedes. Y cuando se comenzó a andar temprano en la vida en el mundo de los bares se establece algo así como una relación místico-religiosa… aunque haya terminado. El diario vivir pavonea argumentos insondables en sus varios campos de batalla. En este podrías encontrar entre arrodillados implorantes, el estoicismo de algunos vencidos, la desgracia de los caídos sin remedio o en quienes sólo vienen por unas copas y ven en la atmósfera que les rodea la misma vieja película con nuevos actores, o el triunfal jadeo de mequetrefes montados por hilarantes amazonas, la argumentación que más se ajuste a tu particular visión de las cosas. Yo no ando tras argumentaciones. A mi me gusta este bar. Estoy aquí recordando, me empeño en sustraer de las horas un vuelo sin prisas por el laberinto del tiempo. Y tu recuerdo lo arropa todo… mujer. ¡De que manera me vi metido de lleno en tu historia! Hace años ya. Muchos. Demasiados quizá. La noche que me asomé a tu vida lloviznaba y me acuerdo que de camino al bar las calles estaban vacías, solos mi sombra y yo a la intemperie, apretando el paso. Hasta llegar al Club Ironía, este bar. Una vez al interior el reloj perdió el sentido, aquí la noche marcha a otro ritmo. Yo saboreaba tres dedos de güisqui (la medida de cada trago) en un punto de hielo cuando te vi surgir. El ruido de las voces, los cuerpos que amenazaban con dejarse ver en toda su desnudez, las luces juguetonas sobre las rústicas paredes, tan imprescindibles al parecer en la cultura de estos lugares, el humo de cigarros, la música de las guitarras, el piano y el saxo, discretamente iban siendo apartados a tu paso. Llevabas las manos en los bolsillos. Caminabas hacia el mostrador sin turbación alguna, escandalosamente serena. Tu curvilínea figura se adivinaba bajo el abrigo y te recorrí toda hasta llegar a tus ojos que ya me miraban y atestiguaron la turbación de saberme descubierto. Fui a desviar la mirada quien sabe a dónde y no pude… No logré resistirme al oscuro gobierno de las pasiones, al instinto animal de poseer al otro que los humanos nos empeñamos llamar deseo. En adelante hicimos de aquel reto punto de encuentro. Una vez tras el mostrador colgaste tu abrigo. Y fue total tu entrega al trabajo. ¡Qué bien conocías el oficio! Tras el arte de servir los tragos la sonrisa sugerida, enmarcada por el rojo carmín en tus labios, artificio para largas conversaciones y desvelos del alma. Otras gracias a expensas de la imaginación, “Quien pecho abarca loco aprieta” (Intensidad, de Benedetti). Pero…, siempre hay un pero, aún en historias como esta, …desapareciste. Y aunque no se que será de ti, confieso te miro en todas. El lugar me hace extrañarte, era nuestro punto de encuentro. Algunos fantasmas siguen aquí. Y de cuando en cuando regreso a su encuentro con la esperanza de… Cada bocanada un sin fin de utopías y una vitalidad física que pensaba no tendría fin (hoy el tipo al otro lado del espejo parece meteorólogo anunciando un frente frío estacionario). Cada trago ríos de caricias. Un mar de pasiones y confesiones que me llevaré conmigo.

Empieza a amanecer. Llovizna. La niebla mantiene encendidas las luces de la calle. Y me pregunto: ¿Me quedo en la cama soñando? ¿Me voy al Club Ironía?

Vídeo de fondo:
Sabina & Serrat - 17, 19 y 500 noches


PD. “Sería pérfido suponer –si un día llegaran a faltar las imágenes- que yo las he destruido. Al contrario: mi propósito es salvarlas...” (de La invención de Morel)

martes, 2 de marzo de 2010

Te recuerdo Amanda

¿Por qué perdiste tu primera serenidad? ¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa con la espada en la mano? ¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios? 
     
                                             Vicente Huidobro, Altazor o el viaje en paracaídas (canto 1)

Tras el terremoto de 8,8 grados que asoló Chile, un silencio de muerte se esparció en el aire mientras bajo escombros se extinguía la vida. Algo se rompió. Rápido. “Les nació de sorpresa una noche como se abre la hoja del plátano... y, rasgó el lienzo al dar su grito”, llega a mi memoria, de Gabriela, hoy que estas notas te escribo. No te olvidé. Te recuerdo, Amanda. De golpe, otra realidad se fundía con el espejismo de la ciudad de hacía apenas unos minutos. Tu ciudad. Cinco minutos, Amanda. Cual piezas de un rompecabezas, amontonadas unas sobre otras, tu casa de concreto yacía en ruinas. En cinco minutos, “porque así son las prisas del cielo”, sentenció Sepúlveda, ese otro hermano chileno. Igual a muchas otras casas del vecindario y otras localidades del campo, la ciudad y la costa. Y corrías. Sólo pensabas en llegar a encontrarte con Manuel sin que importara nada: ni tu desnudez, ni tus heridas, ni tus pies descalzos, ni el pelo impregnado de argamasa de agua y polvo del desastre. Y seguías corriendo, entre réplicas, saqueos, motines, siniestros…, incertidumbre…, toques de queda, dolor. El inmenso océano también hacía lo suyo, devolvía recuerdos enterrados sepultando sueños nuevos. En cinco minutos, “la vida es eterna en cinco minutos”, te escribió Víctor Jara hace ya tantos años. Y por eso, tú, que sabías de arrebato de vidas, de desaparecidos, pérdidas, toques de queda, incertidumbres y largas esperas, corrías a encontrarte con él. Comprendo tu urgencia de hoy como la ayer. Ignoras que muchos ya no regresarán, tampoco Manuel. ¡Pero tienes fe!

PD: Amigos, ¡Hay urgencia! Que cada uno de nosotros sienta en Amanda y Manuel a su hermano.

Vídeo de Fondo:

Silvio Rodríguez - Te recuerdo Amanda