miércoles, 30 de diciembre de 2009

De vuelo por el norte

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Mateo 2:16

Ocurrió durante la Primavera… o el otoño. Lo cierto es que había tempestades de arena en la zona. Cuatro años antes de lo calculado por Dionisio, el 749 de la fundación de Roma, afirman los expertos según pistas en los Evangelios: “un dios que quiso también ser hombre”. Al que tanto en sus años infantiles como en la plena madurez de sus días de mortal se le atribuyen hechos propios de cuentos de hadas. Creamos o no en este Cristo, nadie puede negar su presencia e influencia en el imaginario popular, su importancia y peso universal… las historias tejidas alrededor.  ¿A que viene esto?  El auto avanza al este por el Highway 78 al norte de Georgia, entre bosques de pinos y alfombra de hojas secas, uno que otro centro comercial y, a intervalos, la puntiaguda torre de algún templo bautista. Ocurre durante el invierno, hay tormenta de frío en la zona y la época es también de celebración de cumpleaños. El mío, por supuesto. Y de los primeros recuerdos de oraciones memorizadas en mis años de infancia asoma: Herodes mandó a Pilatos, Pilatos mandó a su gente… que la inocencia te valga hoy día de Los Santos Inocentes. Y es que nací un 28 de diciembre. Y se acostumbra realizar bromas de toda índole. ¡Vaya bromita la de mis padres! Lanzarme al mundo en fecha en que se buscan primogénitos para degollar es de las mejores. Y si esa les parece buena, les digo que no me abandona la imagen vívida del momento mismo de mi nacimiento, noche en que un enjambre de lejanas voces salidas de las paredes es opacado por otras que cantan al compás de los tambores: Virgen de regla/ te llamo en mi canto/ virgen de regla de mi devoción./ Virgencita santa que estás en el cielo/ ¡cuídanos mi virgen! con tu protección./ Madrecita negra que estás en el agua/ que estás en la tierra y en mi corazón./ ¡Oh mi Yemayá! quítame lo malo/ quítame lo malo y échalo en el mar mientras borrosas imágenes se van definiendo y creo ver una mujer que sonriendo me recibe con los brazos abiertos al borde de una cama de pilares torneados. Pero qué les digo, inocentada mayor de la vida es el encontrarme celebrando mi cumpleaños en plena carretera una blanca navidad, con frío y todo, en zona de negros. Y recordar de las palabras de Luther King, Jr. "Yo tengo un sueño: que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales./ Yo tengo un sueño: que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad."  Y que ayer precisamente cené en uno de esos restaurantes chinos que preparan la comida a la vista de todos, cuatro cocineros al centro y los comensales en derredor. Estadounidenses blancos, negros, una pareja gay que celebraba su reciente enlace matrimonial, franceses, españoles, canadienses, hindúes, vietnamitas, mejicanos, salvadoreños, y los puertorriqueños que me acompañaban e invitaron a la cena, compartiendo todos como seres humanos sin prejuicios de índole alguna.

En el trayecto pienso en sueños por concretar: pasar a cuchillo las palabras, mis próximas novelas, mesa para tres en el mejor restaurante de Puerto Rico, con Saraí de invitada y comensal principal. Y la primavera de un Puerto Rico libre, los albores de su independencia política. ¡Que mi salud lo permita y pueda disfrutar el momento en compañía de quien ha cuidado de mi las pasadas dieciséis fiestas decembrinas: Rosin.

Llevaba ya semana y media sin conversar con ustedes, lo que me parece un exceso. Podría culpar a los aires de fiesta de estos días, la falta de temas (lo cual dudo mucho)… Pero no andamos buscando culpables. Surgió la oportunidad y alcé vuelo junto a Rosin. Y sigo en vuelo por el norte, ¡que si fuera el sur!... Así que por lo pronto no regreso al Caribe. Sé que la están pasando bien, de fiesta con sus familiares y amigos. No puedo negar que los extraño y es por ello la pausa, este blog ha sido una de mis grandes alegrías en el 2009. Hasta pronto… ¡Bienvenido el 2010 y sean bienvenidos más lectores!

Poema a leer:

Yo quiero pasar a cuchillo las palabras (Laura Gallego)

Yo quiero pasar a cuchillo las palabras,/ destrozar los brillos del cielo./ He tocado la muerte como un hombre cansado/ que sumerge una mano en el borde del río./ Pasar a cuchillo las palabras, esa es mi pasión./ Siento mi cuerpo como una fruta negra/ que siente temblar dentro la semilla del corazón./ Vi a Cristo en una tumba,/ un Cristo de brazos alzados/ que tenía aires cansados de calistenia./ Pensé otro día que Cristo se pudriría en la cruz,/ y la cruz se quedaría sola,/ y Cristo quedaría como una araña muerta/ comido de las hormigas en un rincón./ El pobre Cristo con su llaga de dolor en la cara/ era el mismo rostro de la miseria./ Yo sé que cada día me va cayendo el tiempo/ como un agua lenta de tinaja,/ como un agua lenta de tinaja./ A mi me importa poco que pase todo esto,/ es el tiempo comiéndose a si mismo,/ devorándose el vientre y mordiéndose el rabo./ Sin embargo otras veces se levanta una palma,/ se levantan mil palmas/ y no hay quién pueda cortar a machetazo el horizonte.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Fiesta en el Espino

                               Si no hubiera garzas blancas/ tras los montes de la Muerte,...

                                                                                              Pedro Casaldáliga



Navidad. La época evoca en cada quién emociones diversas. Y convoca fiestas. Yo, en mi breve ausencia he compartido con buenos amigos, de los que la vida brinda y el tiempo cultiva. Esa amistad que no se busca, surge, se encuentra. Espero que cada uno de ustedes lo logre con los suyos. Gracias mil por compartir conmigo su tiempo de lectura. ¡Felices fiestas decembrinas! Y ya que estoy hablando de fiestas, los Vargas volvieron a reunirse. Allá en el Espino, por tierras añasqueñas. Y por ende los Gerena, los Morales, los González, los Estévez, los Hernández, los Pérez… los que se me quedan… En fin, los casados o emparentados con algún Vargas, Morales, Gerena, González, Estévez, Hernández, Pérez, los que se me quedan y sus descendientes directos o por alguna carambola. La fiesta es costumbre desde el 2006 por iniciativa de mi prima Nelly y la ayuda del tío Millo y el comité de festejo creado por ambos. Primos, tíos, cuñados, nietos, sobrinos, parientes y dolientes…y uno que otro “pendiente” (tras las nalgas o el brazo y abrazo o el cuerpo entero, aunque a pedazos se disfruta) de algún familiar, recordaron travesuras, momentos felices (y los no tanto) y también a los ausentes, presentes por siempre. Esta vez no pude llegar, aunque se encargaron de que estuviera presente de alguna manera. Me contaron del lechón a la varita, la música, el rumbón de plenas, los chistes, los invitados… y una que otra indiscreción. Claro, si hay cómplices uno siempre se acaba enterando. La asistencia rondaba el centenar. Y disfrutaron de lo lindo. Por supuesto, estas reuniones hace años se llevaban a cabo el veinticinco y año nuevo, en la mañana con los Morales en casa de Mamá, y en las tardes en casa de Papito y Tita con los Vargas. Luego… la partida. Con los años se fue debilitando el amarre ante la ausencia de sus voces. Hoy, de algún modo la melancolía los trae nuevamente a mi. Los convoca una fiesta de recuerdos. No puedo negar que muy a menudo los siento vivos cuando deberían llevar muertos tantos años. No creo necesario advertirles de la locura que habita en este escritor. Han aparecido silenciosamente a mi lado en un mundo creado por la palabra, sensación de realidad en blanco y negro acompañada de fantasmas. Es que no he querido dejarlos ir, cosa que ni me duele ni pesa confesar. Aún comparto confidencias sin tener en cuenta lo que nos separa físicamente. Porque los abuelos empujaban al sol, finalmente lo obligaban a salir. Forzaban el día tras día. Y de tanto madrugar amanecía más temprano. Con la confianza total en lo dicho por ellos así lo creía. ¿Por qué no? Sobre todo si eran de lo que yo más quería. Así que en lugar de dudas tenía certezas. Será por ello que por estos días se me hacen tan necesarios como el aire que respiro. Necesarias sus mentiras, necesarias sus verdades, el abrazo festivo a mi llegada y el regaño por no llegar antes. Y es que todo en ellos era tan hermosamente contradictorio, eran de aquella “la generación del alcohol y la experiencia”, diría Rioyo. Se llevaron las sonrisas mejores de mi ingenuidad, acompañaron mis soledades, me enseñaron a observar con detenimiento el vuelo de la garza, estuvieron ahí para mí. No imaginan la alegría de este nieto al imaginarlos tan míos. Y son relevantes para mí sus detalles para conmigo, aquellas pequeñas cosas. Existió entre nosotros mucha complicidad, Papito y Tita de un lado y Mamá del otro. Siempre un catre esperando, que con la abuela se abría en la sala, con el abuelo y Tita en un cuartito. Y en ambos tenía mis colchas y mis almohadas. Y tuve mis cigarrillos y café, y largas conversaciones, y hubo cuentos… Y hubo historias. El abuelo conocía del Arcipreste de Hita y de José Angel Buesa (Con la simple palabra de hablar todos los días,/ que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,/ voy diciendo estas cosas que casi no son mías,/ así como las playas casi no son del mar.), de republicanos y haciendas, de socialistas y nacionalistas, sembradíos de caña, liberales y unionistas. Sabía de Muñoz…pero más de García Méndez y los Ramírez de Arellano, de Nueva York y otros caminos… de amores habidos y los que no se lograron. Tita sabía del grito de los esclavos y de romper cadenas, sabía de espíritus, de fiestas de cruz, de rosarios cantaos y de bomba y plena, de fritangas de la más variada exquisitez… y de amor incondicional. Mamá, de viudez temprana, de hijos, de almudes y leña a cuestas, de Dios y sus promesas, de misas de domingo y misas de gallo, de velas a los santos… De mascaura de tabaco, humo de cigarrillos, café prieto colao y oraciones a sus muertos. Eran mis héroes. ¡Sabían tanto de esas cosas que no se pueden adoptar como pose! Y lo verdaderamente grandioso, en realidad extraordinario, es que no hubo que pagar la cordialidad… ni el amor ni el afecto. El cariño fue gratis.

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Vídeo de fondo:

Fiesta - Joan Manuel Serrat


viernes, 11 de diciembre de 2009

Luego de algunas andanzas: desahogos… y algo más


“Si tuviera que quedarme con un único fragmento de la historia de la literatura en el que se define la esencia de la condición humana me quedaría con el verso de Esquilo del Prometeo encadenado, en el cual Prometeo explica que ha insuflado en los hombres ciegas esperanzas”.       
                                                                                                                             Rafael Argullol


Claroscuros y silencio. Las seis y quince. Caía la tarde cuando llegué a la funeraria. Me abrí paso entre las decenas de personas que caminaban en busca de café y tentempiés. Al pronunciar ¡hola! de golpe y porrazo pasé a formar parte de aquel circo de malabaristas de la lengua y espectadores de un dolor que, aunque ajeno, de alguna manera trataban sentir como propio; lo aparente se levantaba preabriéndose a la ironía. Se hablaba de la gordura de algunos, la anorexia de otras, de vecinos, de la tunda de un Manny-suelto a Cotto, de los amoríos de Tiger Woods, de la votación mayagüezana y el abanderamiento de Barea,…y del difunto sus asuntos. Con la minuciosidad requerida nada esencial queda fuera entre tanto bienintencionado: cívica solemnidad. ¿Y el dolor… qué pasó con él? Pues lo que a diario, lo de tantas veces y en tantas otras cosas. Resignación (ese es el hecho, métele el pecho, resignación, cantan los mulatos del sabor). O cobardías. O complicidades. O indiferencias. O mezcla de todo lo anterior. Igual da. Ello no implica inocencia, y menos ingenuidad. Ajuste de cuentas. Vuelven a enterrar a Víctor Jara, el cantor de las masas chilenas y el gobierno socialista de Salvador Allende, a treinta y seis años del día que los golpistas pretendieron acallar brutalmente su voz. Y el autor de Te recuerdo Amanda esta vez no fue enterrado a escondidas sino acompañado por miles de camino al cementerio en un Santiago de otro tiempo, otras las circunstancias tras la pesadilla que por diecisiete años pareció no iba a tener fin. Un Chile distinto hoy. Y de la patria de José Gervasio Artigas (encarnando el sueño de utopías otrora derrumbadas, de cabello canoso en cabeza rebelde, de arrugas manifiestas en cicatrices contenidas), nos llega la buena nueva del triunfo de José “el Pepe” Mujica, el ex-guerrillero tupamaro, del brazo de Tabaré Vázquez y el Frente Amplio. Triunfo del Uruguay y la América Latina toda. Mientras, Aminetu Haidar trae nuevamente ante los ojos del mundo la lucha de los saharauis, el conflicto del Sahara Occidental por tan largo tiempo aplazado e ignorado. Y se escucha hasta doler el oído, desde los más distantes rincones, la crítica y reparos al Nóbel de la Paz otorgado a Barak Obama. ¿Qué ha hecho para ser merecedor del prestigioso galardón? ¿Propiciar con la presencia de su ejército la matanza de ancianos, mujeres y niños inocentes en suelo iraquí? ¿Movilizar más tropas y llevar hasta las últimas consecuencias la guerra a Afganistán? ¿Combatir el terrorismo con terrorismo porque el talibán que ellos mismos adiestraron (mientras luchaba contra la URSS fue para los Estados Unidos un libertador) resulta ser un desalmado sin escrúpulos? Cinismo a la máxima potencia. O se redujo el Nobel a premio de consolación por la derrota ante Lula por la sede de los juegos olímpicos. O ciega esperanza. ¿Y por acá, por el lar nativo? El Tribunal de Primera Instancia declara con lugar la demanda del Partido Independentista Puertorriqueño por los daños causados tras décadas de persecución (a través de la práctica conocida como “carpeteo”), práctica que intentó criminalizar la lucha independentista y desprestigiar y destruir a la organización y su liderato. Quizá algún día se verá con toda claridad hasta que punto la ramificación de esta trama conspirativa se reflejó en resultados electorales posteriores, y en el uso y control mediático orquestado contra la lucha por la independencia de Puerto Rico y los candidatos postulados por los independentistas. Candidatos serios, preparados, reconocidos defensores de los desposeídos, de los trabajadores, de los derechos de la persona humana, del no discrimen por preferencia sexual o religiosa; la compasión, la solidaridad, hombro con hombro en la calle, en el reclamo: compromiso comprobado a la saciedad en las luchas sociales. La verdad es que nadie va a negarlo. Y luego... la soledad, el escarnio, la espalda apuñalada… Y duelen los silencios porque incomodan o revelan. Al parecer, sin querer he movido el espejo retrovisor luego de algunas andanzas. Y pretendo dejar atrás lamentos, perversidades, fuegos apagados, desesperanzas, virulentos disgustos. Quizá lo voy logrando. Intento aprender a aprender, entender que me empuja más allá. Y aunque el paisaje se muestre desolador, por sobre la tiranía de lo que parecería ser real, imagino adelante haciendo señas triunfantes a quienes he acompañado en tantas batallas. Porque mi fe sigue siendo de este mundo… y porque soy amigo de mis amigos. Y por ello espero que la asquerosa complicidad entre exilados cubanos, FBI, funcionarios de Justicia y la Policía en asesinatos cometidos, y los planes de asesinar a otros por el mero hecho de defender la independencia de su patria (es por todos conocido, revelado en documentos desclasificados del FBI, un complot para asesinar a Juan Mari Brás, para la fecha Secretario General del PSP, y es conocido el asesinato de uno de sus hijos, y el de Muñiz Varela) sea llevada al menos ante el juicio moral del pueblo, aunque ese mismo pueblo sólo pase del asombro al aturdimiento. ¿Qué nos pasa Puerto Rico? ¿La excusa es lo que a diario? ¿Lo de tantas veces y en tantas otras cosas? ¿Resignación? ¿O cobardía? ¿O complicidad? ¿O indiferencia? ¿O mezcla de todo lo anterior? Igual daría. Ello no implica inocencia, y menos ingenuidad.


Poema de fondo:

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Al Compañero

La doméstica tregua de todas las tardes,

cuando el mantel de casa era un planeta de hule,

con países de migas y una mosca satélite merodeando el azúcar.

Con barcazas de pan que naufragaban siempre

y aquel casi llegar al borde de la taza,

con tu vieja o la mía tirándonos la bronca

por el pantalón roto o la lastimadura

y esa nuestra batalla que ellas no comprendían

ni comprendieron nunca.

Aquel mismo escenario, siempre diferente,

ejércitos de árboles como gigantes ciegos,

nuestra calle, que a veces fue río, otras puente,

abismos, montañas que iban y venían,

le pusimos al mundo nuestra geografía

y verjas que eran barcos piratas y en el puente,

capitanes con ojos de mil mares y vientos,

trabucos jazmines que disparaban aromas,

de la proa cargada con azahares, del cerco,

por aquellos marinos que fuimos, sin brújula ni puerto.

Y era tanta la magia de nuestra fantasía,

que la escoba dejaba su rincón de la hilacha,

la tremenda rutina de pelusas y hollines,

para transformarse, suelta al viento las crines,

en aquellos centauros de inocencia y paja.

Así era nuestra lucha, poblada de lirismos,

donde nadie moría, donde no se perseguía jamás a los caídos,

donde llegábamos en el último instante

para arrancarnos de las garras feroces del enemigo...

y éramos héroes, si, héroes,

de niños hay una forma tan azul de ver el heroísmo.

Héroes, que rendidos al caer la tarde,

cuando mandaban tregua nuestras madres,

cambiábamos la gloria por un tazón de leche.

Hoy, este diario, me trae tu rostro subersivo,

este diario que es un pájaro de humos y de muerte,

me trae tu rostro asesinado,

violeta de bronca, amarillo de injusticia y lo peor,

es que yo sé que a este diario solo le interesa la noticia.

Esta vez no se pudo compañero,

no pude llegar al último instante para decirte:

-¡ten cuidado, que están los perros del amo vigilando, vigilando,

que están los perros del amo, olfateando, olfateando,

donde encuentran un sueño, lo matan como a un pájaro! -.

Hoy no tenemos ni barcos ni caballos alados,

ni tampoco madera para héroes,

pero somos los hombres,

pero somos la historia que avanza paso a paso.

Hoy somos dos marinos con brújula y con puerto,

aunque digan que has muerto.

RAFAEL AMOR®




domingo, 29 de noviembre de 2009

Conmigo serás la voz, e instrucciones para publicar comentarios

La barrera del tiempo la rompen los hombres, y a veces viejas conductas comunican con estas y la vida se convierte en un continuo que jamás se sabe dónde y cómo comenzó.                  Juan Cruz


Lamento la tardanza. Esta pareció ser la semana de los tres jueves. Tras el diluvio universal (masacres, suicidios, mujeres asesinadas por sus parejas o ex, un espeluznante crimen de odio que ha conmovido hasta a los inconmovibles, pavos, batatas dulces, ensalada de papas y arroz con gandules, miles de trabajadores despedidos, o por serlo, indecisos entre si rellenar el pavo con carne molida, manzanas y el fracatán de ingredientes de la cocina boricua o a los gobernantes con las cartas de despido, cuentas de cobro y los pedidos de regalos de sus hijos para esta navidad (o a mano pelá), y algunas horas de sol y calor), comienza a sentirse aroma de fiesta decembrina. Anoche una brisa fría mecía las ramas de las palmeras y los helechos bajo un cielo despejado y majestuosa luna llena. Y hubo encendido de luces y la calle ya se viste de fiesta. Mi casa está como para revista de decoración, con muy buen gusto por cierto. Rosin se esmera que así sea, le encanta la navidad. Es como una niña con su casita de muñecas. Yo podría prescindir de esta época, pero desde hace dieciséis años aprendí a tolerarlo y hasta creo que ya lo disfruto. Y la alegría de los nietos, y el tren bajo el árbol… La vida suele ser complicada y contradictoria.

De madrugada, mientras la brisa fría se dejaba sentir aún y la luna vigilaba lo que quedaba de noche, llegaron a mí otros recuerdos al sentarme a escribir y notar entre los más recientes seguidores del blog la foto de Samuel, hermano de tantas batallas. Lo conozco hace cuarenta años. Compañero de bohemia, guitarras y poesías, de vigilias, de Partido, de campaña electoral, de piquetes, de reuniones, de noches de desobediencia civil en el campo de tiro en la isla de Vieques mientras realizaba maniobras militares la Marina de Guerra de los Estados Unidos, y de prisión por esos actos. Sin embargo, lo que más nos une es el odio a la pana. Recuerdo una de aquellas noches en el campo de tiro. Los helicópteros no dejaron de sobrevolar el área toda la noche y no pudimos dormir. Nos ataron a unas nodrizas, dijo Samuel, buscando recuerdos viejos profundo en la memoria para una conversación. Árboles de pana que servían para abastecer animales y humanos. Una pana para los cerdos, leña y sal, otra pana para nosotros, manteca y achiote. Fue una vida de escasos recursos económicos. Y de una sobredosis de panas. Sin salir de su escondite rememoró también sus aventuras con el Congo y Tony (alias el sapo), correteando en sus años de infancia y adolescencia por las fincas de café y frutos menores del barrio Capa de Moca. Habló de don Peyo, el del primer televisor en el barrio, y las caras de asombro de los vecinos arremolinados en el soberao mirando la mágica caja negra que trasmitía imagen y sonido. Y me contó de su tío que era un genio y estaba harto de las panas. Juraba que cegaban, y se pegaban al cerebro y ni con espátula… las consideraba comida para cerdos. Esa mierda no alimenta un carajo, insistía. Todo el alimento de la pana se va en un… ¡Samuelito, ponte un tapón de corcho si quieres conservar una onza! Nosotros en el Espino le llamábamos chuleta de gancho, le dije. ¡Y las comimos tanto! En la guardarraya entre el terreno de doña Esperanza y el de mis padres había siete árboles de pana. Y un día era pana y corned beef, otro pana con boca (mojaditas con saliva y un poco de aceite), el siguiente majadas en mantequilla y tres gotas de leche, o rellenos de pana o salchichas fritas y panas, y fiambre de carne con pana. Hay odios que salvan. ¡Malditos los días de purgatorio!

Me alegró encontrar a mi buen amigo registrado entre los lectores del blog. Una más juntos. Y al revisar el correo electrónico, para mi sorpresa encontré estas letras suyas:

Pana

Pana verde,
nodriza de mi pobre barrio pobre
Antídoto del hambre nuestra diaria
Te impuso la necesidad contra mi gusto
Por eso
te ignoro y te rechazo como antes
Aprecio que te alejes de mi mesa
me altera tu sabor, lo siento.

Los que hoy
te elogian alardeando sabrosura
seguro te expulsaron de sus mesas
O se adueñaron de la sazón y el aderezo
Pero yo,
que te ingerí a diario hasta el cansancio
que experimenté a secas tu sabor silvestre
llegue a odiarte con razón y aún te odio

Un buen día, a comienzos de este mes alzó vuelo la garza: el día de los expulsados de la vida. Pasado mañana, 2 de diciembre, cumple un mes este vuelo que espero en su obligada escala, sea esta en el sauce de mis sueños, arbusto de mangle o pilote cercano a la costa, llegue a lograr su entrega a diario. Escribir es un reto que disfruto, aunque a veces tarde unos días en dar señales de vida. Agradezco de corazón los comentarios de lectores amigos que van haciendo del blog su voz en alas de esperanza. Mi amigo Pepe ha dicho que “hay curiosidad por saber qué pasó cada vez que la garza se detuvo en las ramas de los árboles durante las pausas en su travesía. Cuántas aventuras, cuánto rompimiento de reglas...” Pues recogeré lo quedado en el tintero, amigo Pepe. Y la fantasía narrará la vida cotidiana y la transformará en algo creíble, digerible. Soportable. “Te agradezco este espacio, que es como una muy necesaria tregua en esta sed de justicia que estamos viviendo.” Fue el comentario de la querida Edda tras leer Dama de Otoño. Comentario que aprecio y valoro pues de eso se trata, amiga. Y la interpretadora de sueños, la que en un mensaje por correo electrónico, escribió: “El día de la primera entrega de El vuelo de la garza (o podríamos decir: el día que trocaste el lastre de lo pasado en fabulosas alas cibernéticas), tuve un sueño espectacular, de esos que uno recuerda…pero no había camino reconocible, ni carros, ni señales, ni verjas. El asunto es que parece que llegaste a un lugar al que todos queremos ser invitados, y que a pesar de lo distintos que somos, ese espacio soñado es parecido para todos, y por eso reconocemos la llegada hasta allí de un amigo”, gracias mil. A diario me llegan mensajes de aliento. Y el blog sigue sumando seguidores  e intercambios de calor de amistad. Son muchos los que preguntan cómo inscribirse. Lo agradezco. A mayor número de lectores inscritos mayor el esfuerzo de la entrega a diario. Y mayor la fuerza de mi voz.

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Vídeo de fondo:

Un millon de amigos (Roberto Carlos)


miércoles, 18 de noviembre de 2009

Alguien descolgó la luna

En este momento me habita la felicidad. Y cuando albergo tal sentimiento evito lo que lo estorbe. Por fin pude sentarme a escribir. Lamento la tardanza.Uno de ustedes me sacó del marasmo de estos días de lluvia sin descanso. Alguien descolgó la luna y se ha quedado a vivir entre nosotros. Y al mismo aire le ha faltado el aliento. Y la mar esta inquieta. Y no hay calma. Digo, yo no tengo, al parecer, esa calma que nos aísla o protege de emociones, en este caso de gratas emociones. Y es que hay detalles… Recuerdo quien nos presentó hace años. La primera impresión: desenfado e inteligencia desbordante, que imposible de contener apabullaba, coartaba; todo ello en una chica de aire parisiense, cabello muy corto, vestimenta casual burgués (a veces usaba un sombrerito chic), que al saberse en dominio pleno de la escena, en aquel ambiente universitario de alegatos, poesía –porque sabe de poesía-  literatura, y teatro… ¡lo disfrutaba! De un cinismo cultivado, sutil… nada vulgar, de muy buen gusto. En cualquier caso el inicio y concreción de la particular amistad de dos muy diferentes entre si, pero con tanto en común. Claro, hay en esto más de un responsable: lo político, la sensibilidad… y amigos. Anteayer recibí de ella, vía correo electrónico, el detalle de unas palabras que me conmovieron, metáfora de un abrazo amigo. Con ese extraño desenfado ya mencionado, tan llamativo como particular, me decía más o menos lo siguiente: “No sé si sabes, pero estoy certificada como interpretadora de sueños, título que me gané con las conversaciones que tenía en las tardes con un amigo que veneraba a Jung (facultad fabulosa –digo yo- que percibo hoy como una portentosa revelación). Y dormía con una libretita en la mesa de noche para apuntar lo que soñaba. A instancias de él empecé por ver a un siquiatra, pero a la tercera visita decidí que era mejor gastar en Marshall's (entonces recién abierto) el dinero que me costaba hablar con aquel extraño, y discutir cosas tales como ¿por qué en mis sueños las medidas eran en sistema métrico y no inglés? Y desde hace días estaba por comentarte algo...  El día de la primera entrega de El vuelo de la garza (o podríamos decir: el día que trocaste el lastre de lo pasado en fabulosas alas cibernéticas), tuve un sueño espectacular, de esos que uno recuerda con toda claridad al otro día, no como un relato, sino como algo que se vio y se palpó. De hecho, fue un sueño con olor a salitre porque se trataba de una visita que hacíamos, en compañía de unos amigos, a un solar que tú acababas de adquirir -o algo así- porque era un terreno que había heredado Rosin, pero en el sueño el entendido era que el dueño eras tú. La localización: algún punto hacia el Norte de la isla, como por Vega Baja o quizás Hatillo. La playa, como pasa en los sueños (¡ay, y también en la vida!), estaba a la vez lejos y cerca. El verde de la grama era como el de las plantas cuando acaba de llover, y en medio, estaba la charca con la que se sueña de niña: grande, grande, con rocas enormes que no resbalan cuando se sube por ellas, y agua que a ratos es transparente y a ratos oscura. Estábamos todos como de fiesta, y con sensación de refugio y descanso. Había un edificio parecido a las antiguas casas de caminero que se había utilizado alguna vez de escuela, y que ustedes iban a convertir en casa. Llegamos luego de caminar mucho, pero no había camino reconocible, ni carros, ni señales, ni verjas. El asunto es que parece que llegaste a un lugar al que todos queremos ser invitados, y que a pesar de lo distintos que somos, ese espacio soñado es parecido para todos, y por eso reconocemos la llegada hasta allí de un amigo. Creo que hay también algo de que no importa ser o no el titular formal de nada sino el uso y disfrute de las cosas. No sé el ¿por qué? Pero quería contarte eso que soñé”.

Te doy mil gracias, amiga mía. Vuelco mis emociones y ansiedades en el refugio del arte y la literatura, es que la ficción me pone a resguardo en mi propia galaxia. Al contemplar hoy en torno a los sesenta años mi vida (una que otra huella de ausencias apenas perceptible sobre la arena mojada de la playa en tu sueño), sea este el lugar que en adelante quiero habitar.

Poema a leer: Vaya uno a saber, de Mario Benedetti
Amiga
la calle del sol tempranero
             se transforma de pronto
             en atajo bordeado de muros vegetales
el rascacielos da la vision despiadada
             de un acantilado de poder
los colectivos pasan raudos
             como benignos rinocerontes
y en un remoto bastidor de cielo
             las nubes son sencillamente nubes…

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Hablando de lectores… gracias

«Se aprende tarde a defenderse de las palabras» -- Erri De Luca

Ocurre que amaneció diluviando. Por segundo día consecutivo. No veo señal de escampada. Y hace algún tiempo quemé naves de tabaco, alcohol y camas de medianoche, no hay niñas, pintas, ni santas Marías; mi cobijo es la escritura. Y las palabras tienden a juntarse, se acurrucan buscando conexión. Todo vale en derredor: la taza de café (caliente aún) cerca a la laptop, la música de fondo, dos libros sobre la mesa (de Saramago y Bioy Casares) y la tibieza de la habitación. Afuera la mañana despierta a la cotidianidad, la vida en sociedad y sus matices. Paragua en mano la prisa empuja a grandes y chicos al transporte que los conducirá al trabajo, al cuido o al estudio, prisa descaradamente excluyente. Cada quien desentendiéndose de lo que ocurra a los demás. Es que la vida a diario nos da la impresión de una selva inextricable. ¿Cómo conectar con sensibilidades diversas? Hablando de lectores... dejándome seducir por la sinceridad. En un principio…el ayer. Nicodemo me dejó el recuerdo de su amistad de siempre. Y en su cuaderno de apuntes los más íntimos sentimientos, su vida recogida en aquellas páginas. Tuvimos en común nuestra infancia y la carga de miserias de los niños de barrio en el poblado que inventamos. Sí, nos inventamos un poblado a una legua de la desembocadura del Río Grande, allá en el Valle de los Infiernos. Lo llamamos: San Antonio del Higüey. Imaginando más allá de lo perceptible, tan lejos como nos llevó el sentimiento inventamos también una familia. Pero fueron reales los desmayos, los amores, las muy escasas primaveras, el mismo sueño viejo que antes también tuvieran otros… Y la espera. Temprano en la vida, privados de la “estabilidad” que suele brindar el seno familiar, vulnerables, expuestos de golpe y porrazo a los quiebres más fuertes, pasamos –salvando las distancias- a ser perros de la calle. Hijos de la sombra dando vueltas por ahí con sólo dos escapularios cogidos con imperdibles bajo la camisilla. Dos solitarios juntos por calles vueltas de pronto amigas bajo aquel cielo distinto, huérfanos de ser la “primera” razón en la vida de alguien. Y por un tiempo, más largo de lo deseado, carentes de mesa nos alimentamos de migajas y en noches sin cobijo nos cubrimos de sereno. Un frío de soledades calaba nuestros huesos pero nadie tenía porqué prestar atención a los deshielos del alma de dos mocosos. El mundo parecía echarnos a la cara el reflejo de lo perdido. No nos quería o prefería ignorar sus propias miserias. Nada presagiaba entonces que pudiera ser de otra manera… Y lo empezamos a ver normal. Pasado el tiempo nos importó un carajo. Al guiño de fugases esperanzas nos sumergimos en las profundidades de algunos vicios. Bajamos al mismo infierno buscando un pedacito de gloria. No hubo cruce de esquina en el poblado ni camino en el barrio que no gritara nuestros nombres. Íbamos de prisa marcando el territorio. Nuestra versión del infinito se nos había hecho, de pronto, mucho más larga. La lucha por una vida que pretendimos nos cupiera toda entre los puños vino a ser nuestra metáfora de la aventura. Las palabras no alcanzan a expresar lo vivido. Así los días fueron y vinieron. Y pasaron algunos años. Aquella escuela del dolor nos obligó a tomar postura y conciencia sobre la realidad: la oscuridad en que nos encontrábamos. Poco a poco rayitos de sol brillaron sobre nuestras cabezas y, aunque alcanzados por las sombras, la vida nos brindó una sonrisa. Dos jóvenes apenas rumiando esperanzas, con nuestros muchos defectos y escasas virtudes -dualidad que nos adornaba- aprendimos que hoy es hoy con el peso de todo el tiempo ido, con las alas de todo lo que será mañana de la mano de los que en los sesenta iban por la vida tras un sueño. Empeñados en tentar porqués en el alma de la gente conocimos de ese Neruda que en su ideario y poesía llevó una multitud a cuestas. Conocimos también de quien no fuera poeta de muchedumbres, el Darío de la protesta escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes,... Se nos desveló además, al Martí del himno triunfal en la palabra. Y el verso, la prosa y verbo implacables de Vargas Vila, Llorens Torres y Matos Paoli. Aprendimos junto a aquellos hombres buenos que los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos cuando supimos del temple, sacrificio y entrega total a la lucha independentista de Pedro Albizu Campos y Gilberto Concepción de Gracia. Entendimos. Lo vivimos. Y quizás por ello hay quien nos viera como gente muy difícil de aguantar. Con aquellos hombres nos llegó la hora de conocer a otros que en gran medida dieron un vuelco a lo ya escrito en la pared: el abandono, la miseria, la marginación total, nuestras vidas perdidas en vicios y locuras; nos llegó la hora de vestirnos para la cena. Venciendo olvidos, manquedades íntimas y terquedades de Dios, por vez primera fuimos invitados a la mesa. Que la obstinación en ser mezquinos y exabruptos tan previsibles como poco interesantes no nos impidan reconocer la mano amiga. Sin ningún arrepentimiento: Gracias Rubén Berríos, Roberto Aponte Toro, Armengol Iglesias, Bienvenido Vélez… a cada uno en su justa medida. Sentina fuimos y crisol comenzamos a ser…, a decir mejor en palabras prestadas de Martí.

Hace unos días leí un comentario del escritor Antonio Muñoz Molina, en el periódico El País, tras una entrevista por Javier Rioyo a Marcos Ana, Teodulfo Lagunero y Santiago Carrillo -tres viejos comunistas españoles- y decidí retomar la escritura de la novela que les mencioné en este blog. Muñoz Molina invitaba a contar con sinceridad y desvergüenza la propia vida. Y ocurre que Nicodemo murió. Y al llorar su muerte me pregunto hoy ¿qué sentido, si alguno, tendría la palabra callada? ¿De qué valdría? Por ello me propuse extraer de un imaginario cuaderno una vida también inventada por sobrellevar la vivida. Pero una vida contaminada de humanidad, de mundanidad, de situaciones concretas. Estará en sus manos en marzo de 2010: La fiesta de los ausentes.
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Poema de fondo:
El loco de la vía



viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Tienen collares de perlas?

Desconocido, si al pasar me encuentras y deseas hablarme, ¿porqué no habrías de hacerlo? ¿Y porqué no habría de hablarte yo? -- Walt Whitman

Por años mi día normal consistió en desembarazarme, ponerme en pie y tras un primer cigarrillo acompañando el café, el suculento desayuno. Y en mirada a vuelo a las notas de los diarios ponerme al tanto mientras engullía aquellos huevos fritos (Me acuerdo que Papito, abuelo Pablo, le decía a Tita cuando me quedaba en su casa de Reparto Metropolitano: la ñema blandita es la del nene), tocineta y rebanadas de pan tostado untadas en mermelada de fresa, mangó o guayaba. Las notas periodísticas se me hacían releídas ya que por toda variedad sólo incluían cambio de protagonista, lugar y hora de los hechos. La cubierta principal o portada, limitada a escándalos políticos que rayaban lo farandulero, prevaricación, crímenes relacionados con el narcotráfico o pasionales, al parecer todavía no bajamos del árbol por completo. Crónica triste de una sociedad enferma, ajustes de cuenta a tutiplén por iniciativa propia, sin encomendarse ni esperar juicio ni de Dios ni nadie; gente que va por ahí como Alexis en novela de Vallejo: “¡Y no se muevan, hijueputas, ni vayan a mirar porque los mato! En esto de los finaos, expresión de tiempo de nuestros viejos del barrio al referirse a los muertos, mientras lo estimulara el morbo la insensibilidad hacia su agosto, prevalecía en fotos y reportajes el énfasis en el llanto desconsolado de viudas, madres, hijos, amén de amigos y vecinos clamando por justicia. Notas y artículos de opinión, de análisis serio sobre la responsabilidad, tanto ciudadana como gubernamental en este u otro asunto, si alguno: que acompañaran las esquelas que solitas se veían feas. Digo, ello si el repartidor en lugar de intentar encestar desde su transporte en marcha -que variaba por días: lunes y miércoles en la bici rosita de su hermana, los martes y jueves en el descapotable azul de su padrastro y viernes, sábados y domingos, muy de seguido por cierto, en su temible patineta con la carita del diablito rojo- prefirió ese día caminar unos pasos y colocar el ejemplar impreso del periódico al que estaba yo suscrito, a resguardo de la meada o seguro destrozo a mordidas del perro del vecino (me refiero al cuadrúpedo, el bípedo todavía no muerde pero gruñe). Ni abundar en la lluvia, particularmente para esta época. Han cambiado algunas cosas, aunque las noticias parecen ser la misma vieja grabación de vez en cuando las escucho en la radio al amanecer.

A excepción del café, hoy me salté todo eso. Me levanté muy de madrugada, a las tres y treinta. Ni asomo de luz de amanecer. Sólo voces de una vecindad que duerme, silencios. Di un vistazo a mis blogs preferidos, deshojé como pétalos de flor Hojas de hierba, de Whitman una vez más. Luego retomé la escritura de mi próxima novela… De ello les hablaré uno de estos días. Te preguntarás ¿a que viene tanto detalle, Tomás?

…Porque el recordar y abundar en detalles es de los pocos lujos que todavía puedo darme. Sinceramente, me asusta el desmemoriarme. Hace algunos meses fui con un amigo que hace años me hizo su hermano a ver al viejo predicador de El lugar de los misterios. La esencia de lo que fue se dibujaba en la imagen física que tengo de él, pero ya no es. Esa noche lloré. Yo aún recuerdo el nombre de la mujer que amo, el de cada uno de mis hijos, mis queridos nietos, hermanos, familia y los de entrañables amigos. Y de dónde vengo… recién descubriendo quién soy.
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Vídeo primero:
Y tu quien eres


De fondo:
BSO ¿Y tu quién eres? - Diego el Cigala

martes, 3 de noviembre de 2009

Dama de otoño

Viajo en tren. Por doquier se ven caras de todas las estaciones. Se perciben variados humores. Flotan cansancios, corajes, frustraciones, alivios, que enmarcados en las prisas, la epidemia de soliloquios telefónicos, aires de indiferencias, un fracatán de comemierderías, decenas de desenfados e irreverencias, resaltan las edades, profesiones, vagabunderías y la honda huella del desasosiego en los sin empleo, los parados; la nueva incertidumbre al enfrentar su destino. Cada quien va inmerso en lo suyo. Yo voy leyendo Caín, la más reciente entrega de Saramago, que espero comentar en este blog. Un mensaje en el celular me recuerda que el 1 de noviembre, Avelina hubiera cumplido ciento siete años. Y sucede que como por extraño sortilegio el tren se ha detenido, de pronto, en la estación de los recuerdos. Y esta frase de Antonio Gala, la primera amiga con asiento fijo en mi corazón se me antoja más bella mientras más la pienso. Aquel fue amor a primera vista. Desde que la vi a mediados de la década del setenta, un martes en la mañana, sentada en su sillón a dos o tres pasos de la puerta que daba al balcón de su residencia en la calle Quito 974 de la urbanización Las Américas. Era de belleza sencilla y aura deslumbrante. Poseía un exquisito sentido del humor, hablábamos, yo sonreía y las horas caían muy de prisa. Me acercó a sus afectos y los míos se echaron irremediablemente a sus pies. Tejía a ratos y a ratos leía. María Cecilia Josefa Alejandrina de los Dolores Benítez Noya (Mari Ceci), una de sus hijos, fue la responsable al brindarme refugio en aquel hogar tan cálido y singular al que iba luego de las maratónicas reuniones de las Comisiones Ejecutiva y Coordinadora del Partido Independentista Puertorriqueño cada lunes en la noche, en las oficinas de su Comité Nacional ubicado por esos años entre la Muñoz Rivera y la avenida universidad, en Río Piedras. Yo viajaba con Armengol Iglesias y Bienvenido Vélez desde Mayagüez y San Germán. Y fui quedándome uno o varios días en la medida en que estrechaba lazos de amistad con miembros de las juventudes independentistas universitaria y estudiantil y el personal que trabajaba diariamente en el Comité. Allí conocí a Mari Ceci, desde entonces mi hermana entrañable. La conversación, los cafés con anís y canela y toda clase de panes se extendían hasta bien entrada la madrugada en la cocina de Niní, nunca permitió que la llamara Avelina. Y así fue. Y debe estar rabiando conmigo por pronunciarlo siquiera. Pero volvamos a lo que les contaba. Ella dormía. Se acostaba a hora prudente, como debe ser. Mari y yo entonces éramos noctámbulos. Y porqué negarlo, tenía mucho que aprender este imberbe de aquella la bisnieta del poeta y patriota Gautier Benítez. Me acuerdo que al levantarme, por lo regular cerca a las once, me sentaba en la sala cerca a Niní -taza de café en mano- que sentada desde muy temprano en su sillón, tejía. Y leía libros. Conversábamos, sutilmente me interrogaba. Me aconsejaba. Yo respondía, aprendía, absorbía como esponja de cada conversación. Agradezco haber sido recipiente del afecto sincero de gente como esta. En cada estadía respiré paz, entereza moral, sabiduría, amor. Niní y José Benítez Gautier, pareja que vivió un romance sin igual. Me cuenta Mari que nunca vio a dos más enamorados. Hay una anécdota muy peculiar. Niní le decía a sus hijos: “ustedes tienen que quererlo a él más que a mí, se lo merece, pero el día que él quiera a alguno de ustedes más van derechito al hospicio. ¿Entendido? ¡Y él les decía lo mismo!

Y por tratarse de poetas y de patriotas, hace cuarenta años en una tarjeta con la imagen de Mariana Bracetti bordando la bandera de Lares, un día de las madres, Mari le escribió estos versos: “Hilos, aguja y dedal/ en las manos incansables,/ dieron forma de bandera/ al alma boricua, en Lares… Como la bordó Mariana/ tu también una forjaste./ Con tu palabra y ejemplo/ en seis vidas la grabaste.”

¡Avelina Noya Benítez! No te de coraje conmigo. Hermoso tu nombre mujer de amor, ejemplo de labor callada, de heroísmo diario, independentista de pisada leve y huella profunda como bien ha dicho tu hija, Mari. ¡Un cálido abrazo y un beso en la frente, dama de otoño! ¡Celebro tus 107 años, amiga de asiento fijo en mi corazón!
Música de Fondo:

Love is All (Yanni)

lunes, 2 de noviembre de 2009

Hubo un lugar

En el Espino, a las afueras del poblado añasqueño, América fue conquistada y poseída por Yito Méndez. Cristóbal Colón hacía su viaje anual de La Guardia al Aeropuerto de Isla Verde, allí lo recogía el Diablo para llevarlo a ver a la tía Esperanza. Siempre viajó solo, ligero de equipaje. Se pagó todos sus gastos. Se llevó a ultramar en sus dibujos la crónica de lo visto: algún detalle del quenepo, de las ratas en la casita del patio, los corrales de cerdo, los martirizados pies de doña Esperanza, la amarillenta alfombra de cientos de periódicos en la sala de Tito López, los árboles de pana en la guardarraya al solar de mis padres, la mula, el ingenio y los sembradíos de caña. Y Cristo se aparecía cada mañana sin llagas ni en pies ni manos en el colmado de Ruperto Mendoza, frente a la gallera de Balbino. Tomaba ron por desayuno, tuvo mujer, hijos y padres normales como cualquier otro hijo de vecino. Si Gabriel, el colombiano (el de la tradición bíblica no da señales desde el primer bebé de probeta) hubiese visto aquello -y tantas otras cosas- estas serían sus historias: Cien años de marginalidad, Agapito en su laberinto, Crónica de la muerte de José Adolfo Pesante, La triste e increíble historia del cándido Zumbo en el Charco de los Pilones y su perro Desalmado, Historia del naufragio de Diego Salcedo, Juanfré no tiene quien le escriba, En el barrio no hay putas tristes y Corre por tu vida, de querer vivir para contarla. Es que el lugar tenía sus reglas, la gente sus costumbres, sus ataduras. Como tantos otros lugares. Y sus particularidades. Pero otra manera de pensar no era ni aceptable ni bien vista. Así que romper las reglas se convirtió en una obligación ética (Gayatri Chakravkorty Spivak) para mí. Allí crecí, entre mudanza de bueyes y el revoloteo de las garzas en el cañaveral. Recuerdo que de niño pasaba horas aferrado a la alambrada en el traspatio, con la mirada detenida en la que daba un paseo sobre el lomo del buey, los tarsos largos, la hermosura de su plumaje blanco, erguido el cuello; soberana altivez añadiendo encanto al paisaje. O en la que caminando junto a la res amiga laboraba procurándose alimento. Coexistían con el ganado y los hombres que trabajaban la tierra. Eran comunes al entorno. Su vuelo era mi mayor alegría, un imaginario desde entonces. Porque el vuelo de la garza era el mío propio, imaginando ir cada vez más lejos… del barrio, del poblado, de las ataduras de sus costumbres, hasta lograr perderme de vista con ayuda de los vientos (La verdad, fue largo el viaje a contracorriente). Y al ponerse el sol emigrar al sauce llorón. Y dormir… Hasta abrazar otro mañana. Son tantas las cosas que he pensado querer comentar con ustedes, reparar en omisiones… Quizá una que otra vuelta a los orígenes. Exigencias del oficio, escribo. En adelante, tenemos una cita en este blog.
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Música de fondo:
Bebo & Cigala - Se me olvidó que te olvidé