jueves, 18 de noviembre de 2010

SE RESPIRA: ¡Que concepto!

“Embalsamado de caperucita/ busca lobo palabra convexa/ hipótesis de inteligencia/ y salta punto muerto/ hacia bosque/ embarazado de musgo”.
                                                                     Manuela Fingueret


El vuelo de la garza se trata, en fin, de contar historias. Y, desde luego, seguiré contándolas…sin omitir detalles. Como ha escrito un amigo español: “aún queda mosca cojonera para rato”. Pero quiero hablarles de http://laviejanoche.com. ¡Cómo hinchan la entrepierna –Otho, Ángel Luis, Tomás, y uno que otro de sus colaboradores- con lo del periódico cibernético! –dirán algunos. ¡Y tienen razón! Es que estamos de pláceme. Cumplimos un mes en la red y nos sobran motivos para celebrarlo en grande. ¡Qué se nos note! Requirió de muchas horas en común acuerdo con esos duendes que de madrugada suelen rondar entre el pensamiento, su vuelco en la palabra, mi laptop y la biblioteca. Y también del esfuerzo de mis más cercanos amigos, familiares y colaboradores. ¿Extraña la ecuación de cómo llegaron y todo se hizo posible? Ha bastado tan sólo la amistad.

Desprendida de un tiempo ilógico, La Vieja Noche cuestiona “las lógicas sociales”. Y se adentra por caminos en los que transita gente de la más amplia diversidad; donde se dan mezclas interesantes; entre otros muchos asuntos, perspectivas enfiladas en las otras; donde se dice,…pero también se escucha. Y el decir del otro no siempre se acerca a lo que preferiríamos escuchar.

La Vieja Noche propicia la impaciencia de espera de la madrugada. Y según avancen sus ediciones es nuestra intención presionar con fervor periodístico, fronterizo con la literatura, porque –desde otro ángulo, lejos de la autocomplacencia- salga a la luz pública nuestra realidad… en lo cotidiano, lo político, lo económico, lo social…

Se respira un ruido rebelde allá afuera, se pasea por las calles… transita en la red.

martes, 2 de noviembre de 2010

Al barrullo de la callejuela (O el Silencio de los Cansancios)

"Yo he visto a través. No es como la vida de los días, ajena a las pantallas, es como la vida -imprevista- de los momentos la que se revela, con la precausión de un diafragma, ya sea fotografía, verja, ventana o lágrimas en los ojos. Soy el hijo, el extraño cuyo perfil se ha simplificado entre el cristal de una sección de maternidad que separa al recién nacido de la madre y el cristal de una ventanilla de autobús. No me reconoces".      Erri De Luca


Llovía a ratos y un viento fuerte retozaba en el traspatio. La hojarasca danzaba en espiral revolcándose descaradamente; las palmeras abanicabanse mutuamente; Si Sobra, dormitaba en su casita, como si con él no fuera, y aunque me enteré por la radio que mi tocayo Tomás corría el Caribe con aires de huracán, mantuve inalterada la máxima que hace honor al nombre: el "ver para creer".  Y...

Ayer vi caras de domingo. Al parecer por causa de La Vieja Noche (http://laviejanoche.com/) . Y como este vuelo, gracias a ustedes anda de cumpleaños, y yo me he cogido el día, el epígrafe de entrada lo ha dicho por mi (que mañana será otro día y quizá escriba algo más a tono con motivos y ocasiónes). Este blog, que comenzó en novienbre de 2009, El vuelo de la garza, ha recogido en su viaje aquella infancia perdida de improviso; los años de desplazamientos; el arraigo que perdura a ese el particular griterio de mi gente de las callejuelas en el barrio y el poblado; mis largos años de militancia política; mi vocación por la narrativa, ese captar detalles, saturar de olores...  Decires y sentires...

 Adrede he vuelto por un momento a la esquina. Que al barrullo de la callejuela el rumbón exprese mi sentir.

sábado, 2 de octubre de 2010

Por si no le dije, señora… ¡Gracias!

“La vida hiende vida en plena vida. Y aunque la muerte gane la partida, todo es un campo alegre de batalla”
                                                                                                                                            Rafael Alberti



Nuestras miradas se encontraron en el largo y ancho pasillo entre anaqueles en una de las dos grandes cadenas de almacenes para socios en la zona metropolitana. Una pareja de mi edad la acompañaba. La tuteaban, evidente entre ellos la confianza. Me pareció ver una sonrisa cómplice dibujarse en aquellos sus labios ancianos, y hasta puedo decir que imaginé escuchar palabras no dichas, aunque si pensadas: “No tengo porqué decirle a nadie. Total lo hicimos. ¿No soy más bonita que ayer?”  Le sonreí… Gratos recuerdos del tiempo ido quedaron al alcance de los que entre anaqueles merodeaban sin saber de la alegría apacible y cálida reflejada en aquellos nuestros ojos que se miraban; de memorias que en el aire flotaban. Sin percibirse, pero flotaban. Yo mantuve la distancia. Y nos seguimos mirando mientras nadie nos miraba. Al menos eso creí. Ni pretendí acercarme ni ella pretendió me acercara. Al dirigirme a la puerta entre decenas de consumidores que apuraban sus carritos se me perdieron de vista sus ojos azul verdosos, felinos, como los de una gata. No creo fuera casualidad que minutos más tarde, saliendo del estacionamiento del lugar una garza en vuelo casi roza el auto con una de sus grandes y hermosas alas. Y como tengo por costumbre escribir algo en el blog (aunque no pensara hacerlo) cada vez que vea una garza, aquí va la historia que recoge el porqué de aquella mirada; la mirada de sus ojos azul verdosos, felinos, como de gata.

¡Hace ya tantos años! Pasaban los minutos que apuraba la prudencia y las manecillas del reloj sobre la mesita de noche. Al despertar y encontrarme entre sus pechos supe del latir de corazones arriesgados, de lo contenido casi por desbordarse. Alguien tenía que irse y era yo. Salí entre las sombras y me perdí por las calles, acostumbradas a mi presencia, que las calles mejor que nadie reconocen entre las sombras de la noche a quien no tiene techo, hambre de hogar... O de casa. Y el sol salió, aunque no salga para todos lo ves. Horas más tarde la vi nuevamente, en el mercado con sus dos hijos. Ambos eran entonces mis compañeros de estudios, fue el verano de fin de curso, último semestre de escuela intermedia, no había cumplido aún los quince años. Dedicó aquel día a desmentir con su actitud, la de ignorarme por completo, lo que protagonizáramos de madrugada, casi finalizada la noche: el encuentro de nuestros cuerpos. Ella en el esplendor de su madurez, yo en la primera sacudida de mi carne bruta juvenil temblando de temor y emoción. ¡Que locura el perfume de su desnudez! Y que atrevimiento. Quién se hubiera enterado en el poblado (que por cierto, aún va de pedrea en pedrea a lo fariseo o cual cura verdugo de Ocaña: “muy de mañana, aún de noche” a la caza del pecado) lo tildaría de asqueroso e indigno aroma a mujerzuela. Y creyéndose dioses, inmaculados, con derecho a meterse tras las puertas cerradas, o abiertas que más da, ajenas, en camas que nadie los invitara, la juzgarían aún. Imbéciles. ¡Si aquella madrugada fue toda poesía! ¿O sufrir en la alegría? ¿Delirio? ¡Deslumbramiento!...

Permanecí largos meses lejos de poder comprender el verdadero significado de su actitud aquel día en el mercado, y lo experimentado aquella noche. Aunque me extrañaba y dolía, callé. Tiempo después me pareció todo tan claro. Y ella, ... sincera. ¡Que lindo fue!

Evocación al placer

Por aquellos días la perspectiva era diferente, como quien mira un rascacielos desde el suelo o de la azotea del mismo la calle. Quizá por ello, infringir las reglas de una moralidad hipócrita se me dio fácil. Aprendía en las calles sobre filosofía del vivir sobreviviendo… ¡De sueños mojados o secos; de rincones húmedos y negruras circundantes! ¿Qué podía saber yo de amores?

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los tenis del Pepe

“Todas las grandes verdades empiezan por ser blasfemias”
               George Bernard Shaw (Annajanska)

El miércoles de madrugada estaba yo frente al ventanal que da a la calle mirando a través del cristal tazón de café en mano. La campanada del reloj que monta guardia cerca a la mesa del comedor anunció las cinco y treinta. Pasados unos segundos escuché cercano el peculiar sonido del camión de recogido de basura, puntual como cada miércoles. Sobre la butaca esperaba mi laptop. Y me dispuse a vencer el impulso de aplazar la escritura. La idea inicial no era contar el cuento de los tenis del Pepe. Confieso ser un cuentacuentos inexacto en lo preciso. Sé que eran tenis amarillo-naranja, del color de las chinas mandarinas. Y que el Pepe lo tituló Mis caminatas por la Cumbre: Un cuento con descarga. Quizá yo lo cuente adornado de alguna reflexión sagaz. Es que al contar lo ya contado suelo quitar o añadir, enfatizar u omitir… poner pique o azúcar, vinagre o miel esperando que infectado de ficciones resulte más real que la realidad. El bullicio al exterior me distrajo. Entre silbidos y gritos de los recogedores, y el ladrar de los perros, despertaba la vecindad. Iban de amarillo hasta cubrirse los cabellos y calzaban botas negras de goma hasta las rodillas bajo una persistente llovizna. Estuvo lloviendo toda la noche y el agua que bordeaba la acera en busca de la rejilla del alcantarillado hasta dejarse caer e ir a parar por un tubo bajo el asfalto quien sabe donde, arrastraba cadáveres de lagartijos, cucarachas y hasta una iguana que patas arriba, viva todavía, parecía caimán furioso luchando por no dejarse llevar. A pesar de la llovizna, Blasco y Rafa intentaban, en otra de sus frecuentes caminatas, el conseguir alguna firmeza para unos músculos ya sexagenarios. Y fue al verlos que vino a mi memoria el Pepe, no por sexagenario ni carnes flácidas, ni por el cuento de sus caminatas por La Cumbre. Vino a mi memoria porque anoche supe que después de larga ausencia el Pepe había regresado a su hogar tras lograr exorcizar el “demonio” que meses atrás se posesionó de su cerebro y que poco a poco lo fue cambiando. ¿La verdad? Aquel demonio se las traía. Si bien, una que otra vez, el Pepe se deprimía, adquirió el don de escuchar música o sonidos en su cabeza que acompañaban sus estados de ánimo o argumentaciones. Y al cerrar los ojos lucecitas de colores formaban mensajes que intentaba descifrar. Y bailaba, reía o lloraba de felicidad sin motivo aparente. ¡El Pepe no necesitaba de excusas para sentirse feliz! Claro, esto requería del Pepe energías sobrehumanas y pasado un tiempo fue provocando en su físico cambios a lo Stevenson: de Dr. Jekyll a Mr. Hyde. Hacía muecas o desdoblaba su personalidad de tal manera que se tornaba irreconocible. Entonces presintió que no soportaría un cambio más. Y sin decir palabra, un sábado, séptimo día de la semana, a las siete de la mañana, el Pepe se vistió con ropa deportiva y aquellos tenis amarillo-naranja, del color de las chinas mandarinas y fue a internarse en una celda oscura y sin ventanas en el Monasterio San Pablo. Durante siete días con sus noches le escucharon gritar sin comprender palabra pues el Pepe hablaba en lengua extraña, un dialecto olvidado, algún código quizá. Al octavo día el Padre Carro, superior del monasterio, rompió los sellos de entrada de la oscura celda y lo encontró desnudo maniatado a una lámpara en el techo, las pupilas dilatadas, palidez que asustaba y una herida abierta en el lado derecho de la cabeza. Jura el Padre Carro, que un hedor de muerte impregnaba las paredes. Y que el eco de aterradoras voces salidas de agujeros negros entre las sombras helaba la sangre. Asistido por siete monjas de clausura, que se persignaban, aunque prosternadas ante la sorpresa de su desnudez se resistían a desviar la mirada de la bestia que dormitaba entre aquellas piernas empapada de blanquecina viscosidad, el Padre Carro suturó la herida en la cabeza. Entonces, ellas lavaron a solas el cuerpo del Pepe con abundante agua, jabón y esmerada dedicación… Y al terminar y secarlo cuidadosamente lo llevaron, desnudo como estaba el Pepe, a una espaciosa e iluminada celda. Atrás quedó, clausurada con siete candados y dos trancas de acero por el Padre Carro, superior del monasterio, la oscura y hedionda celda sin ventanas.

Aunque la prudencia aconseja no entrar en más detalles, siete monjas desnudas danzaron siete noches seguidas al dar las siete; siete vueltas durante siete minutos al interior de la espaciosa e iluminada celda en que descansaba, desnudo, el Pepe: la número 7. Siete veladoras blancas encendidas, siete incensarios de siete cadenillas y siete tapas. Y cada una de esas noches la lectura de la oración del justo perseguido (Salmo 7): Me acojo a ti/ líbrame; ¡que no arrebate mi vida el que desgarra,/ sin que nadie libre!/ …Y si he perdonado al opresor injusto,/ ¡que el enemigo me persiga, me alcance,/ estrelle mi vida contra el suelo,/ y tire mis entrañas por el polvo!/… De lo contrario surge contra los arrebatos de mis opresores./ ¡Despierta ya, Dios! / Por el principio del Talión, amén.

El séptimo día a las siete, el Pepe se levantó. Siete minutos más tarde, del Monasterio San Pablo hacia La Cumbre partió calzando -por toda vestimenta- aquellos tenis amarillo-naranja, del color de las chinas mandarinas.

jueves, 26 de agosto de 2010

La verdad necesita de pocas cosas II

“Volví a pensar en él... una vez más, su túnica desgarrada y sus sandalias deshechas. Vi sus pies planos y anchos, y observé sus rodillas enormes de burro andariego. Vi en lo profundo de mi pensamiento aquellos dedos gruesos y deformes de sus pies que apuntaban siniestramente hacia el cielo”.
                                     Yván Silén  (La novela de Jesús)

              Segundo Relato: La noche de los Ázimos

Disfrutaban de la velada. Un soplo de brisa nocturnal obsequió a las parejas una leve caricia, cálidos recuerdos provocaban entonces rubores de niñez. Si alguna frase resumía aquellas miradas, dicha por ella lo mismo que dicho a ella por él, sería: “Ya estás en el paraíso, y yo a tu lado, también”. Hablaban de cosas lindas, de cosas que se dijeron para constancia de unos y otros, de ellos mismos, esencia de su querer. Avanzada la noche la terraza quedó a solas. Mientras Ángel intentaba acostar a Sancho y Othelo, de entre las ramas del gigantesco flamboyán el búho de Minerva pareció levantar vuelo. Y Lydia volvió a escuchar aquellas palabras dichas por él hará unos años, palabras de amor…, esta vez de amor cultivado… quizá de último consuelo: “…si un día, de esos sin sosiego, sientes el cansancio y recuestas tu cabeza, sola (como Vallejo en sus poemas), no olvides mi amor, da vuelta al espejo, te suplico, a encontrarme mirándote. Soy yo, que desde siempre y desde todo y sin jamás (lo sabrás te aseguro) sostendré tu mirar y tu presencia. Y te alzaré como a un sol sobre el dolor y la pobreza y la amargura y la impaciencia, y triunfaré una sonrisa en tu mejilla.”  En ese preciso instante al interior de la casa, en la cocina abrazando a Elizabeth, su refugio permanente, donde él guarda esas cosas de tan sencillas complejas que hasta ayer temió, si no olvidarlas, el no poder recordar cómo articularlas, Otoniel le susurraba al oído un poema que yacía humeando en su corazón desde que sorprendió husmeando a la muerte: “…mis sueños tienen/ el exacto contorno de tu cuerpo./ Porque te sigo amando/ detrás de mis deseos./ Porque cuando te miro/ sé de los privilegios de la vista./ Porque haces tan livianas mis palabras/ que aguardan en silencio./ Porque eres la evidencia/ de mi propia existencia./ Porque al sencillo roce/ de tu mano en la mía/ siento que te poseo.”  Afuera, tomados de la mano caminando descalzos sobre la hierba de regreso a la terraza tras un breve paseo propiciado por el acogedor silencio en aquel patio trasero, Tomás dio un beso en los labios a Rosa, luego tomó su rostro entre sus manos y con ternura la besó en la frente. Al abrigo de aquella noche de verano, que aunque de visos otoñales el milagro del amor transformó en señal de primavera, le dijo como quien contase una historia que ella no le hubiese escuchado ya contar: “¿Recuerdas la tarde en que sin preguntas me dejé llevar? Habías escogido para el reencuentro un rincón lejos de los muros, las rejas y el ruido… Caminábamos junto al mar bajo el sol implacable del mes de julio. Y al buscar ocultarnos de la mirada de todos, protegidos por altas palmeras, uvas playeras y arbustos, escuchando el cantar de los pájaros y el grato rumor de las olas, si fue necesario un pretexto para amarnos, lo encontramos… Y esperamos cayera la tarde. Nuestros cuerpos desnudos, al amparo de las sombras fueron hasta el mar… y mojamos los sueños. Y reímos como locos y apostamos a la esperanza y nos juramos playas preciosas y estrellas por ver, noches que contar y amor eterno”

Las horas transcurrían, y las tres parejas volvieron a juntarse. De regreso a la mesa cada uno ofrecía pinceladas de algún relato evocador de su propia infancia. Charlaban animadamente. Ángel tenía hacía largo rato la palabra, y si a Otoniel se le ocurriese el intentar interrumpirle, de seguro su buen humor se irá al carajo. Y ya que la estaban pasando tan bien…. ¿para qué?  Fue cuando llamó a la puerta el mendigo, cubierto de ropas viejas y deshilachadas, más bien cubierto de trapos sucios, descosidos, que sin pronunciar palabra ni pedir entrada… pero que a todos por extraña razón les placía, se allegó hasta la mesa. Entonces, tomando entre sus manos una escudilla de barro, que ninguno podría explicar de donde surgió –tal vez ilusión óptica como se ha escrito del mendigo del evangelio según Jesucristo, de Saramago-, llenándola de vino hasta el borde la levantó diciendo con altivez de arcángel: “lo que ustedes son hoy, nosotros éramos; lo que nosotros somos, ustedes serán”  Y tras beber de ella la fue pasando de mano en mano. Luego, de algo parecido al pan sin levadura, del que tampoco nadie supo explicar con certeza la procedencia, repartió a cada uno diciendo: “Comparto de mi alimento con ustedes en esta la primer noche de los Ázimos" . Y sin mirar a Tomás le dijo, él lo supo que le miraba: “Me puedes ver hoy, luego jamás me verás”. ¿Y quién eres tú?, preguntó Tomás. “Yo soy Gamaliel, quien puede brindar arrugas a tu piel, lo mismo que tragos de miel, vino de vida… o garrafas de hiel”.  Y así como llegó, quien dijo llamarse Gamaliel, se fue.

Hoy, mientras escribo, al evocar recuerdos o crear estas fantasías ni Ángel ni Otoniel ni Tomás, ni Lydia, Rosa o Elizabeth -si es que alguna vez existieron más allá de lo escrito en mi laptop, la tinta y el papel-, volvieron a saber de él. Por ello amigo lector, si puedes hazme un favor: si algún día se presentara a tu puerta un mendigo cubierto de ropas viejas y deshilachadas, más bien cubierto de trapos sucios y descosidos que diga llamarse Gamaliel, cuéntale lo que yo aquí te he contado... Y dile que le quiero ver.


 

sábado, 21 de agosto de 2010

La verdad necesita de pocas cosas

“ Tres son las maneras de hacer que tienen los hombres: porque sí, por amor y por egoísmo. Por eso, también, son tres los modos de dar que ellos tienen: por mano abierta, por mano caritativa y por mano previsora, para hacer un hombre agradecido, para hacer un hombre feliz y para hacer un hombre instrumento…”

                           Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte (Tres son las Maneras de Hacer...)

             Primer Relato: Comunión de amistad

Tres botellas de vino tinto, serenata de bacalao con vianda, abundante ensalada fresca, variedad de frutas tropicales, quesos… Conversación amena. Bajo la tenue lluvia de agosto caía la tarde. La naturaleza recreaba una ilusión mágica de tal íntimidad que dejaba a descubierto su grado de complicidad. Desde la amplia terraza podía verse al centro en el traspatio que al mover sus ramas el gigantesco flamboyán, acariciadas por el viento, parecía estar abriendo un baile nupcial. Sancho y Othelo corrían tras la imaginaria cola del traje de novia que se dibujaba y deslizaba sobre el césped y con sus ladridos motivaban la respuesta de otros perros en el vecindario. Mientras, se disfrutaba del vino y la cena. Y anocheció de pronto. Los ladridos cesaron, el viento quedó en brisa leve y el flamboyán terminó su vals. Entonces se vió claro la hermosura y emociones que anunciaba la noche que apenas comenzaba. Era domingo. Tres amigos marcados por la muerte, cagados por la Verónica según el refranero popular-católico, aprovechando hasta la última posibilidad celebraban la vida sentados a la mesa en comunión de amistad. ¿Cómo fue a relacionarse la Verónica con embarre tal? ¿Y por qué no San Ignacio o San José?  No sé. De cualquier modo vaya mi excusa a quien piense que estas cosas aunque se saben no deben decirse. Allí estaban, convocados por Ángel -que así llamaré al anfitrión- al banquete de la vida y al hacer del “fruto de la vid” eucaristía de nueva alianza. Presidía la mesa el mayor de los hermanos, a quien llamaré Otoniel, dispuesto siempre a dar la batalla como león de su Dios cristiano. Obsesionado con imponer sus planes de un futuro viaje a la Lisboa de Fernando Pessoa y sus heterónimos , y de José Saramago, ni intentaba siquiera complacer a los presentes en otros planes: caminar la España morisca, la ruta del Quijote, el Camino de Santiago, entre otros que incluían cenar a la orilla del Sena, ir a ver las putas en los escaparates de Amsterdam –tan natural y agradable como el ver llover tras un cristal y de seguro mojarse sin empaparse- o, a lo mejor, un paseo sin prisas por la costa mediterránea. Pero a Otoniel le apremiaba el viaje a Lisboa. No transaba. ¡Terco! Era obvio que estaba dispuesto a realizarlo solo. Fue entonces que Tomás, así nombraré al incrédulo hermano menor, mellizo en ideales políticos y lecturas de mundanal ruido pero, sin embargo, entre ellos el único que ha puesto toda su fe en las cosas de este mundo, dijo metiendo el dedo en la llaga: "Ya que así lo prefieres, ¡Pues vayamos también nosotros a morir contigo!"  Y nunca fue mejor dicho pues no hay nada más reconfortante en momentos como estos que el tener a la gente que más te quiere a tu lado. Aquella noche, en la conversación de sobremesa, ante el mar de preguntas planteadas, todo un océano de respuestas tentativas, quizá un tanto apresuradas. De alguna manera, cualquier asomo de reflexión no pretendió ir más allá del intento de ayudarse unos a los otros a convivir racionalmente con ello. A la menor provocación, Ángel, Otoniel y Tomás, hicieron del momento celebración plena de la vida. Y, aunque hubo llanto, hubo risas... y más vino.  Y no estuvieron solos… Tres mujeres de particular hermosura les acompañaban, y eran el orgullo de sus respectivos maridos. Se me antoja llamarlas para  propósitos del relato: Lydia, Elizabeth y Rosa. De sus manos fecundas comieron... y bebieron. Y cada una colmó aquel banquete de renovadas esperanzas en la vida de su amado.

               (Continuará)

sábado, 31 de julio de 2010

De pelos y… ¡Salsa!


“Yo, como barbero, tengo acceso a todas las casas, con mi guitarra, peine y tijeras”.
                   Fígaro (en la ópera El Barbero de Sevilla de Gioacchino Rossini)

“La salsa es música clásica, con el detalle que los ritmos de la salsa son más difíciles”.                                             
                      Lucas Obed Rosa Centeno (pianista)

Llegó el día de mi corte de pelo y me encuentro en la barbería, al final del pasillo en un centro comercial en Caparra. El poste tricolor en la pared, encendido girando cual tirabuzón, señala abierto el local. El lugar conserva el aspecto de las peluquerías de antaño. Frente a cada silla giratoria con respaldo en cuero y palanca lateral elevadora, el lavabo y espejo empotrados en un mueble donde se confunden -entre toallitas, rollo de papel, el paño que se amarra alrededor del cuello para proteger la vestimenta del cliente, cepillos, la máquina de rasurar, peines, máquina sopladora (blower), navajas desechables, peinillas y tijeras sumergidas en el desinfectante líquido azul verdoso- frascos y olores a fijador, talco, colonia y crema mentolada. Casi todo lo que habría que saber sobre los orígenes de la profesión lo saben estos barberos, de alguna forma este mundo les pertenece. A René, mi barbero, lo he escuchado argumentar, más bien exhibir con orgullo, su conocimiento de como en Atenas la popularidad del rizado en el cabello dio lugar a la aparición de los primeros peluqueros; y que los barberos griegos convirtieron el rasurado de barbas en un arte, y que mientras el barbero trabajaba en la acicalada, poetas, filósofos y estadistas comentaban con él -y entre ellos- el acontecer político, social y deportivo de la época. No abundaré en los debates, aquí presenciados, sobre el aporte de egipcios y romanos a la profesión. Si mencionaré haber leído, alentado por la curiosidad, que, Ticinius Mena, acompañado de unos barberos de Sicilia, introdujo en la Roma del 296 AC el concepto de afeitado. Y el concluir que el Tonsor romano fue lo más parecido a nuestro barbero clásico de hoy, experto en corte de cabello, afeitada y arreglo de bigote o barba. Y la Ornatrix romana (mezcla de peluquera, esteticista y asesora de imagen), la estilista actual experta en tintes, arreglo de cejas, corte de pelo y peinado. ¿Qué separa la barbería tradicional del salón de estilismo moderno? ¿Por qué prefiero esta barbería? Es obvio. Es ese ambiente de la barbería de siempre, complemento entre local, barbero, clientela y la habitual plática sobre todo, más allá de modismos. Es ese algo más…  La barbería es calle, calle… Calle. Y es noticia en la mejor tradición oral, sea esta catalogada por unos de chisme o “bochinche” u opinión generalizada, o tomada por otros como información descriptiva y veraz de algún suceso. Creo conveniente apuntar que “extendida al clareo, cada pieza de ropa cuenta una historia”.* 


Ésta barbería tiene su peculiaridad: la chispa y buen humor de cuatro barberos que han hecho de cada jornada laboral velada a disfrutar, del ver surgir la alegría en el ánimo de algún cliente aburrido, apesadumbrado o melancólico, una conquista preciosa. Es jueves en la tarde. Sólo estamos dos clientes. Y por supuesto: René, Juaco “el Colorao”, el viejo William y el negro Cachón. No llevo prisa, afuera diluvia y Cachón me ha traído café caliente del negocio de enfrente. El otro cliente se recorta con el viejo, un espigado joven de la academia de baile aledaña a la barbería que compite el domingo en la final del Puerto Rico Salsa Congress, vino por un corte de pelo clásico, cerquillo y patillas. O sea, que es tema obligado los orígenes de la salsa y sus ritmos. Así que hoy hablamos de los músicos latinos en Nueva York, el este de Harlem, Brooklyn, lo afro-antillano, la música cubana y puertorriqueña, las grandes bandas, Machito, Tito Rodríguez, Puente, la influencia del jazz, la charanga, pachanga, la música de Pacheco, Barretto, Palmieri, Willie Colón y el surgir del sello Fania en los 70. Para remate, resulta que mi barbero y Juaco son músicos. Y al fondo, a la izquierda en el recibidor de esta barbería, verán siempre un piano, bajo y guitarra. Ambos han tocado en orquestas y conjuntos. Y componen. Aunque hoy, luego de haber hecho de las suyas, con sinceridad y orgullo afirmen tocar sólo para su Señor… Claro, cuando ha ellos les da por explicarlo la cosa queda de lo más mística. William no es músico ni evangélico pero si la enciclopedia musical del son. Y la música la lleva por dentro… y por fuera. Si recuerdan a Martín Quiñones han visto al negro Cachón. Lleva gafas oscuras, mide poco más de seis pies de estatura, pesa trescientas libras… sólidas. Y no es cristiano.

La cosa no se queda ahí. De pronto, Rene desliza sus dedos sobre el teclado haciendo brotar de cincuenta y dos blancas y treinta y seis negras las notas de un viejo son. Juaco le acompaña al bajo. Y con golpes de navaja sobre el metal de su silla Cachón marca la clave. William, el octogenario barbero, aunque aparenta mucho menos, de pie tras su sillón, tijera en mano corta el pelo al joven cliente al tiempo que vocaliza, al compás de aquellas notas, la letra del viejo son: Veinte años, en mi término, / me encontraba paralítico/ Y me dijo un hombre místico/ que me extirpara el trigémino. / ¡Ay!, bota la muleta y el bastón/ Y podrás bailar el son. 

Si el Barbero de Sevilla, comedia en prosa de Beaumarchais,  inmortalizó el personaje Fígaro y sirvió de tema a numerosas óperas (entre éstas las de Mozart, Rossini y Paisiello), tardes como la de hoy sirven de tema a las historias que contamos los clientes de esta barbería… y sus barberos. Yo seguiré oyendo la música cuando lo vuelva a contar. Y tú, ¿La oyes? Mientras, ocho sillas esperan por la clientela en el espacio que sirve de recibidor… y cuatro barberos clásicos con salsa en los corazones. 


* El Lápiz del carpintero, Manuel Rivas, Octava edición/abril 2002 


Beethovens 5th as Salsa 




Salsa, Yuri Buenaventura





jueves, 1 de julio de 2010

La noche de los gorilas

La bestialidad no asombre/ de aquellos que nos agobian,/ pues resulta cosa obvia/ que el gorila no es un hombre.       
                      Meri Franco-Lao (motivo musical de Se va el caimán)

El crítico, pintor y periodista Elías Condal, ya nos señalaba en 1968 que “la lucha de clases asume simbólicamente un nivel antropológico o zoológico: la contraposición de gorilas y humanos”. Los dramáticos sucesos de ayer al caer la tarde, al interior, las afueras y alrededores del Zoológico de Puerta de tierra, otrora conocido por los puertorriqueños como la casa de las leyes, corroboran de forma inequívoca la veracidad de lo señalado. Estos gorilas, fuerza armada al servicio de los de arriba -que son los que mandan y  auto-proclaman ser la bendición de dios- dirigidos por el torpe primate, a cargo temporalmente, que  responde, aunque con marcada dificultad en su articulación vocal (aún sin el guineo en la boca), al nombre de Figueroa Sancha, ven y tratan a todo humano que reclame y defienda derechos del pueblo, particularmente si lleva camiseta del Che, Rosa Parks, Bob Marley u Homero Simpson –para ellos lo mismo da-, como     "escupitajo del diablo”. Muestran gran dificultad para la comprensión o interpretación de cualquier acontecimiento político-social que amerite ser evaluado sobre la base de algún conocimiento o experiencia de la sociología humana. Sin embargo, debo aceptar y reconocer que, su paladar ha evolucionado: variado, refinado y selecto. Según Carlos del Peral en su Manual del gorila, de entre los platos preferidos por estos podemos mencionar los siguientes: Pierna de guerrillero (o facsímile razonable) a la tártara/ Editor frito/ Diario del Che o Puerto Rico Nación independiente, Imperativo del Siglo XXI (añadido reciente como plato de la casa) a la maître de la Maison Blanche/ Periodista allo spiedo/ Universitario grillé aux champignons.

Hora de tomar partido. Con el deliberado propósito de levantar un poco de polvo del camino, dos lecciones aprendidas hace cuarenta y pico de años que a su vez comparto con los editores del pensamiento de Elías Condal, en Imagen estructural del gorila: Reconocer la forma e ignorar el fondo significaría colocarse en la condición misma del sujeto mencionado, ...el gorila. Por ende, dada la penetración del pensamiento de los propulsores y sostenedores del actual estado de cosas en Puerto Rico en el ámbito educativo, los medios de comunicación, la cultura y valores de la sociedad de hoy, la vida familiar, el rol de los trabajadores; consecuencia en unos casos del gorilismo, embrión de gorilismo en otros: Quien se autodenomine apolítico, si no es todavía un gorila va rápidamente en camino de serlo.

sábado, 15 de mayo de 2010

Miau, maius mensis

“Adiós compay gato, cuántas veces me ha dicho el muy sinvergüenza, ¡Ay!, de mi compay. Y lo voy a matar ¿Por qué? Por decirme gato, aquí hay gato encerrado y ahora mismo en el acto te lo voy a explicar”... Mayo va de prisa, calores de infierno preceden olores de lluvia primaveral. Es noche de uno de esos días que apenas iniciado ya el ambiente se vislumbraba agitado, tenso, polémico. Los estudiantes decidieron ayer en asamblea continuar la huelga; la administración universitaria determina el cierre; la fuerza de choque de la policía mantiene sitiado el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. A estas horas monitoreo la radio: “Más de veinte muertes violentas en lo que va de semana, un martes sangriento con seis asesinatos entre los municipios de…”/ “Yo soy de la mayoría silente, estaba en Boquerón ¡coño! pero creía que los demás iban a ir. Esto es una tragedia para los que realmente queremos estudiar. No entiendo cómo 17,000 estudiantes que quieren que la universidad abra sus puertas no fueron allí a reclamar”/ “De punto en punto (protegidos por el FBI, alguaciles  federales, guardias nacionales y policías estatales) van el gobernador Luis Fortuño y el super de la policía, José Figueroa Sancha, chaleco al pecho, rolo en mano y pintura azul.”/ “¡Hijo, estoy orgulloso de ti! ¡Cuídate, mi’jo!.. [La voz se le quiebra] Mi hijo es el primer estudiante universitario en la familia y es muy responsable. Yo lo apoyo y doy mi apoyo también a todos los que están ahí con él y a los padres, familiares y amigos que están acá- dice el padre de un estudiante en huelga entrevistado frente al portón en la Avenida Barbosa.”/ “Soplan vientos de más cesantías, los directivos de la Autoridad de Edificios Públicos se reunirán hoy con representantes de la Unión Independiente y la Unión de Oficinistas” Datos fragmentados y dispersos entre otras noticias, música y anuncios comerciales, que sigo de cuadrante en cuadrante, me brindan una lectura de lo acontecido tras casi un mes de huelga universitaria. “¡Punto de orden, compañero, esto se tiene que llevar al pleno! ...Pues aquí van las razones, compañero: NO a la negativa de abrir sus libros de contabilidad; NO a la eliminación de exenciones de matrículas para atletas, artistas, actores, músicos, entre otros estudiantes de alto rendimiento académico; NO a la posibilidad de privatización en recintos universitarios; NO al despilfarro del presupuesto de la Universidad; NO a pretender coartar la participación estudiantil en los procesos decisivos.”   La historia moderna en sus luchas político-sociales ha contado entre sus actores decisivos a los movimientos estudiantiles universitarios (inclusive escolares, baste recordar La Cervantes en Bayamón, la Gabriela Mistral en Puerto Nuevo, la Pedro Albizu Campos en Levittown). "Con un equipo de detectives la familia de Ana Cacho pretende aclarar la muerte de Lorenzo / "Las Pinkin de Corozal vencen a Las Llaneras de Toa Baja“¿Y cuándo, cuándo, cuándo es?… ¡Ahora, ahora, ahora es!...  Estas rebeliones estudiantiles surgen como expresión que cuestiona determinados hechos, sistemas, abusos, el orden de cosas. La que hoy respaldamos y protagonizan los estudiantes de la UPR no es la excepción; es manifestación de autodefensa del estudiantado enfrentando los mezquinos propósitos del gobierno al quehacer al interior de la universidad del estado a través de sus directivos administrativos; burdo intento de violentar una vez más la autonomía universitaria. “El gato caza al ratón, el ratón se come el queso, el queso lo da la leche, la leche la da la vaca, la vaca tiene dos tarros… ¡Tu ves! ¡Ay!, ¡ay!, lo mato. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Por decirme… ¡Si! ¡Si! Por decirme gato…Lo voy a matar.”  La urgencia de enfrentar la cada vez más insolente toma del poder político-gubernamental por grandes intereses privados, traducido a su vez en el paulatino fortalecimiento de las fuerzas más reaccionarias en pensamiento y actitudes en lo económico, lo político y social, convocó a la acción: fijó los límites del aguante y la espera. Esto es lo que ha estado sucediendo al encenderse y avivarse los tizones en la hoguera de la rebeldía juvenil. El estudiantado en la Universidad de Puerto Rico decidió no vivir de espaldas a la realidad contribuyendo y forzando de manera eficaz y ejemplar el tan necesario enfrentamiento con el poder gubernamental… Ya no hay marcha atrás. “Y tu que te creías que la iupi no venía na, la iupi está en la calle con su último detalle y su bomba molotov… ¡Pum! ¡Ah, ah, ah, la iupi ya llegó”  Estas luchas estudiantiles tienen sus grandes precedentes: en Nicaragua los estudiantes de la Universidad Centroamericana, dirigida por los jesuitas, en la lucha sandinista se convirtieron en vanguardia de la lucha urbana en diferentes manifestaciones contra los Somoza desafiando los ataques de los esbirros de la dictadura; el Grito de Córdoba de junio de 1918; en la revolución nacional boliviana de 1952; en la caída de Pérez Jiménez; en la revolución cubana (1959- 1962); el Mayo francés de 1968; el estudiantado de este mismo recinto de la UPR contra el ROTC (1970-1971), por mencionar sólo algunas fechas. Y cuando el impacto de las acciones juveniles alcanza gran dimensión en la opinión pública las autoridades deciden negar la realidad de su fracaso y actúan con gran torpeza. Y aplican del viejo manual del FBI: el cerco, el corte de luz, agua, víveres, y el correr de rumores que logran amedrentar a muchos. 

No soy el primero en escribir y afirmar que la educación superior pública es un obstáculo para que este gobierno logre sus propósitos y por ello la quieren demoler. Ygri Rivera, José Ramón de la Torre, Ana Guadalupe: son sólo marionetas, nuevos rostros de un viejo problema que algunos pretenden mantener al margen bajo una ilusoria “pureza incontaminada de lo político”, de lo ideológico. Vano empeño, el problema sí es político. En esta tierra nuestra casi todo lo es. Y más si se piensa (lo escucho a diario en los medios cual letanía de rosario) que los únicos que contaminan son precisamente los que han estado siempre en las mismas luchas, las causas justas del pueblo, hombro a hombro con el estudiantado, los trabajadores, los desposeídos; quienes sacan la cara, quienes dan las batallas o se solidarizan con ellas, quienes tienden el brazo y brindan el abrazo amigo, se suman, se unen, se ponen a su servicio; porque son pueblo. "Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear." –cita de Ghandi un radio oyente anónimo.”  El tiempo de los pendejos se acabó;… “¡Cuando el perro es chiquito (Jau, jau, jau) le dicen perrito, pero cuando es grande le dicen perrón, cuando el chivo es chiquito le dicen cabrito pero cuando es grande le dicen…  Ay, ay, lo mato!”  …el tiempo de la respuesta llegó.

Un amigo que llegó hasta mi puerta con un volante en mano invitándome al paro general del próximo martes me ha dicho al despedirse: Pa’lante compañero, “no ha dejado de salir el sol y a pesar de tantos amaneceres el mañana sigue siendo esto”. 


Vídeo de fondo:
Compay Gato - Los Super Seven


martes, 20 de abril de 2010

Amigos

“…y salí a la calle y todo seguía igual, el mismo sol, el mismo ruido, la misma gente, sin que pesaran sobre nadie en concreto los negros nubarrones del porvenir. Y cuando pasé por el parque alzaron, como siempre, su precavido vuelo las palomas”.

                                                                           Fernando Vallejo (La virgen de los sicarios)


Las doce de la medianoche y la ventisca aún mantiene en el remolino de sus aires el incesante murmullo de las cosas por contar. Bajo los efectos del hechizante conjuro, he pasado largas horas aquí, en la mesa del traspatio, entre libros, mi laptop, papeles y una hermosa y fresca rosa roja, ya sin espinas, obsequio de un corazón que logró vencer sufrimientos, desengaños y traiciones de los frutos que de su entraña parió de mala simiente; rodeado de las palmeras y flores que en ocasiones he descrito anteriormente, mis dedos sobre el teclado trabajando en La fiesta de los ausentes. Metido entre personajes que vienen, van o desaparecen junto a las hojas que Céfiro arrastra a su antojo, así llamaban los antiguos al viento que viene del oeste. A veces, el releer lo recién escrito provoca ideas nuevas o quizá el resurgir de interrogantes ya viejas. Y entonces, me veo flotando en un mar de posibilidades. Mecido sobre oleadas de causticidad; arrastrado por corrientes que trajeron consigo ecos de un malvivir olvidado, lo quedado en el transcurso a una vida plena. Esto suele suceder cuando se escribe entre el pasado y lo imposible. O historia de distraídos con ojos sólo para los sueños; historia de amores que gritó la carne; historia de románticos embelesos; limbo con nombre de poblado y aroma salitroso costero; autobiografía en baile de máscaras; placer del hacerlo por hacerlo…
Provocar. Implícito esta en la literatura. ¿Por qué no? Por aquellos amores vivos, por otros que nunca fueron, por esos amores que aún vagan entre dos mundos inciertos. O quién sabe… ¿Dónde se ha ido? Aquel amor de mi querido pueblo que por nacer nació ya muerto.

Dormita, acurrucado al pie de la mesa, Si Sobra, mi anciano perro. Hay quienes aman a los perros y los respetan. Y hay quienes tienen una concepción muy negativa de ellos. Mi perro es como el Barbián del cuento de Francisco Ayala, tirado el día entero. Atontado. Ni despierto ni dormido. Ciego. En fin, que es una calamidad. Pero “el perro Barbián del cuento de Francisco Ayala, tenía orejas largas peludas y grandes manchas color canela oscuro sobre su piel blanca”. Si sobra tiene las orejas cortas, puntiagudas, el pelo a ras liso, del negro azabache de los perros del averno. Parecido por cierto al Anubis, el perro guardián de la cámara sepulcral del faraón egipcio. Aunque también, como Barbián, por aquellos años, Si Sobra gozaba de la energía de un Argos, el perro de Ulises que inmortalizara Homero. Al asomarse el sol, mi perro me despertaba en medio de un concierto de ladridos e intentaba entre sus muestras de afecto su baboso lamer pues eran aquellos sus besos. Y me seguía del traspatio a la biblioteca, hasta el jardín interior aledaño, donde en domingo de mañana, al compás de salsa de la gorda que se escucha de casa de Franqui y Magüy, oriundos de Tras Talleres, Figueroa, La Colectora en Santurce, suelo leer el ejemplar del periódico El Día impreso. Y me seguía por la vecindad entrada la tarde. En la noche, de regreso, cual soldado amigo a los pies de la cama velaba mi sueño. Hoy me acompaña en mis lecturas, mis horas de escritura, tiempo de ocio; el día entero… En lo que a mi respecta no puedo esperar de él mayúscula demostración de leal afecto. Ligado a nuestra vida misma, a su tiempo y mi tiempo, la proximidad de su partida o la mía es conciencia de ida sin regreso. Después de todo esta historia lo que esconde dentro es la hermosa amistad de dos otrora callejeros.

Yo me crié en la calle. A Si Sobra, de la calle lo trajeron. Se pasaba de aquí y allá a más allá de la casa de Berta, la prieta culona de la cuarta, en Lomas Verdes. Si sobra la conocía y esperaba a que ella echara las sobras de carne y vísceras atrás en el basurero. De cuando en cuando ella le tirara el hueso de una pata de jamón que le traía cada semana el carnicero, su marido, a quien todos allí en la cuarta conocían como Bebo. A casa me lo trajeron -la tarde que a unos granujas le dio por tirarle el auto encima y atropellarlo al sorprenderle comiendo- la prieta culona Berta y su marido Bebo, el carnicero. ¿Por qué siempre habrá quienes se gocen abusando de animales, haciendo papel tan triste, logrando tan sólo en ello el efímero goce que al parecer disfrutan un grupito de pendejos que no han bajado del árbol que habitaron sus ancestros. Yo era entonces su cliente: de la prieta culona Berta y su marido Bebo, el carnicero. Cliente de lunes y viernes, días que jugaba dominó y compartía con ellos. Allí corrían las butifarras, morcillas, la carne de cerdo, güisqui, ron blanco y cañita “del bueno”, y se cantaban milongas y se bailaban boleros bajo el frondoso árbol de mangó que según ellos sembraran sus abuelos. El negocio en luces de neón anunciaba: La Carnicería del Bebo y la Berta. Y escrito en palabras más pequeñas, “la mejor carne no pellejo”. Pero ese día llegaron a mí con Si Sobra en brazos, herido, por ser yo amigo y vecino de Christian, prestigioso “cura perros”. Y desde ese mismo momento, como en casa ni hubo ni habrá amos, ni tampoco había entonces ni habrá nunca otro perro, Si Sobra se quedó conmigo, nos fuimos haciendo compañeros.

Desde tiempos inmemoriales, perro ha sido más bien sinón a lo miserable, cólera, maldad -como ha podido llegar a verse-, incluso al vagabundeo. Llegó una época en que entre israelitas se llamaba "perro" al que no estaba en el pacto con el Dios de Israel o adoraba otros dioses o creía en mensajes de los muertos. Y vemos que en la llamada Sagrada Escritura abunda esta especie de “cogida” con los perros; en Apocalipsis: “¡Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad.” De seguido: “Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras…”, O sea, a vivir a la intemperie compañero. Y en otras partes advierte despectivamente: “Se les aplica con razón lo que dice el proverbio: El perro vuelve a su propio vómito y el cerdo lavado se revuelca en el barro”. Hoy ronda una versión moderna aplicada a los humanos, de uso y costumbre en conversaciones donde más de una mujer acusa al hombre de ser como la mosca (no hay que negar que con alguna razón): “Capaz de dejar un suculento bizcocho por una plasta de mierda”. ¿Niegas que alguna vez alguien te lo haya dicho? Si estás libre de culpa tira la primera piedra… ¡Si hasta se ha llegado a decir que el día de los padres es el día de los perros! En 1 Samuel: “El filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un perro para que vengas a atacarme con palos?”. Y aquí se da por bueno el maltrato acostumbrado a los animales. 2 Reyes: “Quemarás sus fortalezas, matarás a espada a sus jóvenes, aplastarás a los niños y abrirás el vientre a las mujeres embarazadas. Jazael dijo: ¿Cómo podré yo, que soy menos que un perro, llevar a cabo tales hazañas?”. Se le considera bestia cruel, incapaz de afecto.

De relatos que preceden los tiempos de las narraciones y costumbres recogidas en los libros que conforman las llamadas Sagradas Escrituras, y del folklore de pueblos y naciones alejados de las tierras palestinas, nos llegan otras. “Para acordar la paz tras una guerra, entre los kavirondo, en el Africa oriental británica, los vencidos cogen un perro y lo cortan en dos trozos. Cada una de las partes (vencedores y vencidos) agarra respectivamente los cuartos delantero y trasero del dividido animal y promete mantenerse en paz y amistad sobre la mitad del perro que tiene en las manos. Y entonces alguien grita: “Que el hombre que rompa este acuerdo de paz muera como este perro”. (Ver El folklore en el Antiguo Testamento, James George Frazer, Fondo de Cultura Económica) Y así queda sellada la paz con esta horripilante falta de cordura.

Sin embargo, en el siglo IV antes de la era cristiana, los cínicos: filósofos llamados perros, rompiendo toda regla pisotearon las convenciones de la sociedad de la época con actos de insolencia sobrenatural, reflexión y desprecio de las costumbres del hombre: “digno de todo dios del conocimiento, libidinoso y puro” Y de ahí que debamos aprender de estos filósofos el que “somos todos ridículamente prudentes y tímidos: el cinismo no se aprende en la escuela. El orgullo, tampoco”. Los cínicos perros nos desnudaron. Y nos mostraron más despojados de moral que lo que lo hiciera la comedia de la época o los anunciados Apocalipsis de todas las culturas. Y ello principalmente desde los lugares públicos, las plazas y las calles; lugares comunes del perro callejero. Mis respetos por los cínicos llamados perros: Diógenes («En los juegos olímpicos, habiendo proclamado el heraldo: "Dioxipo ha vencido a los hombres", Diógenes respondió: "Sólo ha vencido a esclavos, los hombres son asunto mío".» (Ciorán, El “perro celestial), Antístenes (padre fundador de la escuela cínica, llamado “el Verdadero Can”), Crates o Hiparquia (Ambos tenían relaciones sexuales en público “cómo si se tratara de un happening para los caminantes”). Ellos aspiraron a identificarse con la “simplicidad y desfachatez de la vida canina”. Todo esto ha sido estudiado -entre otros- con particular inclinación por Michel Onfray (Ver Cinismos/ Retrato de los filósofos llamados perros, Editorial Paidós, SAICF). Impongámonos, acorde al cinismo perro de hoy, la tarea de “arrancar máscaras” y destruir mitos de la sociedad actual.

Retomando el hilo, pasados varios años, más de diez creo yo, me enteré por la radio que un escopetazo en el estómago dejó al carnicero tirado bajo una res que colgaba en el corredor al interior del refrigerador de La Carnicería del Bebo y la Berta. La culona y prieta de la Berta quedó sin vida sobre la caja registradora con los puños crispados sobre una camisa a cuadros que arrancó a su asesino. A las seis y treinta y cinco de un sábado en la tarde, entraron a robarle y su día terminó. Fueron tres los culpables, uno de ellos el que a Si Sobra atropelló. Hoy los tres se pudren tras las rejas. Se dice que el de Si Sobra no disparó, pero afuera quedó velando a que nadie más entrara. Confesaron su horrendo crimen. Y aunque han pasado los años no puedo negar que celebro que se pudran en prisión. La verdad manifiesta que ello hoy nada resuelve (su familia anualmente pide al gobierno su perdón). Ha llegado a mis oídos que el que a Si Sobra atropelló es el más arrepentido, después de todo a nadie mató. Y al volver la vista a la mesa, entre los libros, papeles, la laptop, encuentro la página abierta de unas notas que Vallejo, en La Virgen de los Sicarios escribió: “Hace dos mil años que pasó por esta tierra el Anticristo y era él mismo: Dios es el Diablo. Los dos son uno, la propuesta y su antítesis.” Y mi mente quedó en blanco, por un rato se fundió.

A las tres de la madrugada mi nieta se levantó. Se allegó hasta el traspatio con Gloria, su osita de peluche en brazos. ¿Hola Papi, que haces?, me dijo llegando hasta mí. Escribo sobre unos perros, y Si Sobra…, le dije. Pues cuéntame, quiero… ¿No? Y sentándose sobre mis rodillas en mi pecho se acurrucó. Y como es la luz de mis ojos y manda en mi corazón, me olvidé de si Dios era el Diablo, de la culona Prieta Berta, de Bebo y quien los mató, de continuar trabajando en La fiesta de los Ausentes que era lo que en principio me encontraba haciendo yo. Me acordé de aquellos perros que un gran amigo, mi hermano diría yo, a sus sobrinos nombraba para robarles el corazón: Le hablé de Fifí, aquel perrito flaco, combinación entre poodle y chihuahua miniatura, que tenían Pancho y Ramona en la tirilla Educando a Papá. De Garrapo y Bala, los perros de Tapón y Luisa, y de Etelvina, una amiga de Luisa de las guindas. Y mi nieta se reía de aquellos nombres y personajes que no conocía. Y le conté de Whitey, el perrito de Mary, novia de un detective llamado Boston Blacky que trabajaba bajo la supervisión de un tal Inspector Faraday. Whitey mordía y rasgaba el pantalón de los malos… Y yo gruñí como perro e hice todas las payasadas que es capaz de hacer cualquier abuelo. De pronto Rintintín, el perro pastor-alemán soldado, bajo el cuidado del Cabo Rusty, el sargento Ohara, el teniente Rip Master, saltaba sobre un maleante que atacaba a un herrero, atravesaba campamentos de indios sin ser visto o salvaba vidas de gente en peligro de muerte; Otto, el perro de Beto el recluta; Scooby Doo, el gran danés cobarde pero bueno. Y luego le dije de un perro con capa roja que volaba como los pájaros y aviones. ¡Era Kripto!… el perro con superpoderes de Superniña, la primita de Superman, que también podía volar, tenía visión de rayos x, era super fuerte, no la mataban las balas,  el era un perro de acero, más veloz que el tren… Para ocultar su personalidad de perro superhéroe se quitaba la capa roja en las tardes y se ponía espejuelos tradicionales, feos, de montura negra, y se hacía el débil y pendejo, y en ocasiones le hacía las vacaciones a la caperucita. Y seguí mencionando perros e inventé los nombres de los 101 Dálmatas, pero mi nieta se había dormido. Eso de perros volando, personajes de tirillas de tiempo de Maricastaña, y los nombres de los dálmatas no iba con ella. Ella sabe de Sachi, la maltés de su prima Ana, de Guffy en Disney, de Lulú y Lily, de Elmer, de Beethoven, el gracioso y valiente San Bernardo… y por supuesto de Si Sobra. Los días que se queda en casa le acaricia el pelo, se sienta sobre su estómago, lo abraza… Y le habla y canta canciones: Había un sapo, sapo, que nadaba…, Mambrú se fue a la guerra…, Cangrejito, cangrejito, cangrejito de coral…, Yo tenía real y medio, con real y medio compré una perra, y la perra me dio….perritoooosss…..

De regreso de dejarla en su habitación, miro a mi anciano perro dormido, una calamidad. Recordé los días cuando en la calle o donde fuera defendía a este su mejor amigo contra cualquier peligro; defendía nuestra amistad como Cerbero las Puertas del Infierno, parecía un animal de tres cabezas y de su pelo cerca a las orejas una melena de venenosas serpientes amenazaban con morder y alejaban al peor de los enemigos. En verdad hoy no me sirve para nada… a no ser su compañía… Y es aquí cuando me acuerdo que en una entrevista que leyera hace algún tiempo, que le hiciera Ivana Costa a Gianni Vattimo, el filósofo italiano, sobre religiones, la verdad, los amigos… al final expresa el filosofo en unas líneas un pensamiento que creo podría sustentar mi posición: Sin embargo, “lo amo porque a su vez soy amado y puedo amarlo libremente si no tengo las rémoras de la verdad. Está aquel viejo dicho que se atribuye a Aristóteles pero que, al parecer, no es suyo: Amicus Plato sed magis amica veritas (Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad). Pienso que hay que dar vuelta las cosas: no se puede amar más la verdad que al prójimo: “Amigo de la verdad, pero más amigo de los amigos”.


Vídeo de fondo:

Alberto Cortez / Callejero




viernes, 26 de marzo de 2010

Para decir acá estamos todavía

Del sur, Neruda gritaba que una saeta le atravesaba el alma girando su desvelo hacia esta isla: «Cuando cantó cada nación su canto/ salido de victoria y sufrimiento/ cada voz nacional dijo su estrofa./ Tú bajaste los ojos en silencio./ Muñoz Mentira envió su telegrama/ de aceptación teñido por el miedo,/ pero tu voz estaba encarcelada,/ tu pobre corazón estaba preso./ El norteamericano puso el pie/ sobre Muñoz y le dictó un decreto/ y bajo ese decreto y esos pies/ el Estado Asociado huele a muerto./ El Muñoz Asociado sube y baja/ los corredores del Departamento/ ofreciéndole…/ un ataúd con dólares sangrientos./…/ clavado con los clavos del tormento/ por tus hijos traidores que taladran/ sobre una cruz de dólares tus huesos./ Sin embargo tu nuevo día anuncio:/ anuncio la llegada de tu tiempo:/ los mercenarios rodarán al polvo/ y se coronará tu sufrimiento,/ se restablecerán las dignidades,/ tu propia voz, tu propio pensamiento:/ expulsarás la insignia de Chicago,/ y tu bandera crecerá en el viento».


Otho y yo habíamos quedado en vernos a las cinco y treinta para cenar antes de ir a escuchar al amigo Dennis Márquez en su charla sobre el Caso de las Carpetas. Vino apenas se ocultó un sol a todas luces agotado, eran ya las siete y quince. Debo aclarar: agotado el sol, no Otho. Tengo la impresión que lo suyo se debe a las tantas noches perdidas en los casinos, y por ende, las obligadas largas horas en viajes de regreso para luego, haciendo de tripas corazón, intentar cumplir con las responsabilidades propias del matrimonio... Y otras exigencias: bañar y dar de comer a Anubis, sacar el bote de basura, cambiar bombillas fundidas, lavar los baños, desvelos por causa de una gota impertinente… Porque pensándolo bien, apenas me lleva unos años y no creo sea culpa de la edad su caminar cansino, su hablar pausado, sus lentos ademanes, su calva más que incipiente, quejas y dolamas, en fin esas cosas de viejo que le adornan. Ya en el auto, sin intención de invitarme a comer un carajo enfiló en ruta al Comité del Partido Independentista Puertorriqueño en Puerto Nuevo, donde sería la charla. Como nuestra pasión -amén de estos halagos y la lucha por la independencia patria- es la palabra escrita, nos dividimos asuntos: él remojaba ideas sobre el simulacro de tsunami, desastres o síndromes de negación, y yo sobre escribir algo de lo que estaba por escuchar. Y llegamos a las inmediaciones del Comité. Luego de varias vueltas encontramos al fin estacionamiento. Al ver tantos automóviles comenzaron las elucubraciones: debe estar reunido hoy medio mundo en Puerto Nuevo, nos rodean la UPAGRA, la Hermandad de Empleados de la UPR, el NMINH, tres restaurantes, un CDT, dos colegios, una casa de masajes... Según nos fuimos acercando vimos el Comité del PIP lleno a capacidad. Así que no intentaré enlazar con palabras nuestra alegría de mil poemas. Nos abrimos paso al interior, la charla había comenzado. Muchos jóvenes y decenas de veteranos militantes independentistas escuchaban. Mientras Dennis hablaba yo admiraba aquellos hombres y mujeres contra quienes no pudo ni el carpeteo, amenazas ni otras persecuciones, las lluvias ni las sequías, ni el tambalear de la armonía en sus familias y trabajos, ni el fin de proyectos, ni desastres electorales... ¡Y el ver aquellos jóvenes con el entusiasmo de quienes apuestan a la esperanza...!

Horas más tarde al regresar a la habitualidad de la mesa en el traspatio vino a mi memoria -de entre tantos otros- aquel día en el Espino, en casa de mis tíos. Y escribo lo siguiente:

La tarde en que compartíamos historias se metió en mi nariz el aroma del café y sobre una alfombra de hojas de panapén, aguacate y naranjo, entre hileras de hibiscos, rosas y vergüenzas vi acercarse a la tía, que si mal no recuerdo vestía una bata gris claro estampada en flores rojas y azules. Me dijo: “aquí tienes tu cafecito prieto, Luisito”. Y aprovechando que el tío Millo fue por unos documentos que interesaba mostrarme nos quedamos conversando allí en el patio. Hablamos de la familia, el vecindario, las cosas que habían cambiado... Reímos, ¡cuánto nos reímos! He de reconocer que su espontánea sonrisa es siempre motivo de fiesta en mí, la complicidad nos viene de los primeros recuerdos de mi infancia. Y no he de olvidar que por unos meses, en mi adolescencia temprana, viví aquí en esta casa: ella, el tío Millo y los primos que fueron mis hermanos de a diario. El bullicio de estudiantes en el intercambio de clases del plantel vecino me llevó unos instantes a mis correrías por aquellos mismos salones y pasillos; mis dibujos en sus paredes, precursores de los graffitis que la adornan hoy, mis amores de verano, la niña de la Cuchilla que me gustó tanto..., la de Ovejas...; los amagos de violencia y los encontronazos entre “gangas de escolares” en aquel nuestro barrio de entonces. Pasados los minutos regresó el tío mientras ella iba de vuelta a la cocina. Recuperamos las interrogantes y especulaciones congeladas en el aire, dejadas hacía unos instantes tras la llegada de la tía Moncha con el café. La conversación giraba, claro está, en torno a la política, tema que a ambos apasiona tocar en cada encuentro. De entre el amasijo de papeles y viejas revistas en la caja que traía en sus manos extrajo la Carpeta que le confeccionó la División de Inteligencia de la Policía de Puerto Rico. Hablando de su carpeta y la mía aproveché el momento para decirle que en mi carpeta hay escrita una descripción de esta casa. El texto en ese folio comienza: Caso: Tomás Luis Vargas Morales/ Raza: negra/ Color: trigueño/ Ojos: negros/ Pelo: negro grifo/ Estatura: alrededor de 67”/ Peso: aproximadamente 130 lbs. Descripción de la residencia en que se encuentra: Parcela del Bo. Espino, calle Recreo #15-A […]… en la casa que está al lado derecho de la escuela del barrio Espino, de frente al parque de pelota. Casa de madera techada de cinc y piso de concreto. Al lado este tiene dos persianas y colinda con la escuela. Al lado norte tiene ½ balcón, una puerta y dos persianas. Al lado oeste tiene tres persianas y al lado sur tiene puerta y una persiana. Vo. Bo. Tnte. César Soto 7-1402, Jefe Unidad de Inteligencia. Y toda una cronología de piquetes, repartición de boletines, mis visitas a la entonces Pizzería de Roberto Aponte Toro, las reuniones en su oficina-residencia, fotos, amigos, entrevistas a vecinos, maestros, familiares, y hasta los días de vigilia frente al Oso Blanco mientras Rubén Berríos y los demás compañeros estuvieron presos por lo de Culebra (y algunas tarjetas, fotos mías frente a la Escuela Superior, y una nota que dice: la otra carpeta fue destruida).

Cuando nací ya era legendario el independentismo del tío. Por ello quiero contarles algo de él, aunque ya mencioné algunas cosas en Señal de primavera. “Perdimos el horizonte, no había rumbo, se nos fue cerrando el camino. Yo me mantuve hasta unos meses antes de las elecciones del 1964. Muchos estábamos cansados, agotados. Yo había perdido la esperanza, no hubo triunfos, ni a la familia era fácil explicarle el porqué seguir, no comprendían, se les hacía imposible comprender; vivíamos padeciendo aquella miseria, aquella agonía y era...prolongarla ó... No tuve otra salida”, recuerdo me dijo aquella tarde buscando el cielo con su mirada. Y hago énfasis en esto hoy, luego de la extraordinaria charla que diera Dennis, porque lo mismo sucedió a miles de hermanos puertorriqueños. En el último folio de su carpeta un agente de la policía escribió: “El 13 de septiembre de 1964, el pasado candidato a alcalde por el Partido Independentista Puertorriqueño, el señor Emilio Vargas Gerena, hace su ingreso a las filas del Partido Popular siendo presentado por el alcalde del municipio de Añasco, Agapito Crespo, en un mitin que contó con la presencia del gobernador, Luis Muñoz Marín”. La persecución y presión constante logró convertirse en razón para tragarse la voluntad de un hombre que luchó con pasión. Él mismo lo ha dicho: desde aquel día el automóvil que siempre me seguía se perdió de vista y el empleo ya no fue problema. Años más tarde llegó a ser el Director de Obras Públicas del Municipio de Añasco. En su carpeta, testimonio escrito de años de persecución, pude leer informes de los agentes que hicieron de su vida una dura y cruel batalla por sobrevivir. Como diríamos en el barrio: “le hicieron la vida de cuadritos, pana”. La preparación de expedientes de independentistas, esas llamadas Carpetas de Subversivos donde el gobierno de Puerto Rico cultivó la práctica de recopilar, almacenar información y documentar la vida pública y privada de individuos, del Partido Independentista Puertorriqueño desde su fundación, de grupos y organizaciones sindicales, culturales, estudiantiles o cualesquiera otros vinculados con el movimiento independentista, fueron por décadas engordadas a través de agentes de la policía e informantes pagados o gratuitos. Y como resultado de esta infame práctica se privó a miles de independentistas puertorriqueños de oportunidades de empleo y estudio, se justificaron arrestos ilegales, se criminalizó la lucha por la independencia y estigmatizó a muchos causando daños imposibles de contabilizar o subsanar. Y el Negociado Federal de Investigaciones (FBI) llevó a cabo la misma práctica de recopilación y vigilancia (desde el reclutamiento de informantes hasta la propagación de falsedades y la interferencia en procesos plebiscitarios y electorales). Todavía existen en manos federales documentos que prueban una mayor intervención del FBI y otras agencias federales de seguridad e inteligencia en actividades diseñadas para interferir y socavar los intentos de autodeterminación e independencia del pueblo de Puerto Rico. Más aún, se sabe que conservan copias de carpetas preparadas por la policía de Puerto Rico. Y es oportuno dejar claro que el proceso de admisión y rectificación reciente en los tribunales de la isla no estará completo sin la inclusión de los cómplices e instigadores históricos: las autoridades federales; gran parte de la historia de la inmisericorde persecución política al independentismo puertorriqueño queda por develar.

El efecto demoledor, las consecuencias de esta persecución, especialmente en poblaciones como la añasqueña, en vecindades rurales como mi barrio Espino, espero sean algún día analizadas con la rigurosidad científica que amerita. Y quizá pueda el pueblo en general conocer entonces en toda su magnitud del extraordinario valor y desprendimiento de quienes toda una vida predicaron por sus calles la libertad, la independencia de Puerto Rico.

 Caricatura de Muñoz Marín por Filardi.
Publicado por el periódico El Mundo
a mediados de 1948, año en que se
aprobó la Ley de la Mordaza y el
PIP se aprestaba a participar en sus
primeras elecciones.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Qué alegrías has conocido tú?

Aunque mi alma –un desierto sediento de ilusiones- /no pide su derecho de juventud y amor, /sólo te imploro en calma, por mis renunciaciones… / Tu me diste dos almas: la una, de diamante,/ los golpes de la vida bien puede soportar;/ pero me diste otra alma, soñadora y amante,/ y de pasión, a veces, me siento desmayar./ Son los mejores años de mi existencia, y muero…
Elvira Lascarro Mendoza

Sin cambio aparente en la rutinaria normalidad, amaneció. Y como es costumbre en esta vecindad y sabido de ustedes los ladridos de Lulú y Lily anuncian el nuevo día mientras Elmer calle abajo repite la noticia. Si Sobra ni se da por enterado. De pronto, los presagios: si bien suele decirse que la muerte nos lleva de tres en tres, estos parecen llegar también en trío. Primero fue Rosin, de camino a su oficina me preguntó por ti. ¿Por qué? Al rato, de vuelta en casa revisando mi página en facebook, y contestando los mensajes de anoche, llama mi atención de un poema de Johanna Andino Rivera: “Y los oídos que acordaron no beber la palabra lesionada; Hoy beberán lamentos con lágrimas libres y mejoradas”. Ahí ya me embargaba la sensación de la estocada perfecta -touché, Tomás- sin cruzar florete con la amiga poetisa. Salgo al traspatio, a la sombra, entre palmeras y flores disfruto sentado a la mesa el tercer pocillo de café. Fue entonces que recibí la llamada de mi hermano, quien había descubierto una página en facebook del barrio Espino de Añasco, el barrio de nuestra remota infancia. Y recordamos tiempos idos, y hablamos de ti, de la familia, de amigos y los vecinos de aquellos días. Al terminar la llamada dejé el celular sobre la mesa, cerca al pocillo vacío. Recordé que una foto tuya marcaba un poema en Antología Poética Universal y fui hasta la biblioteca. Es una foto en sepia. Estás sentada en un banco… estás joven y hermosa, el cabello rizado, te acompaña el viejo y una de las tías… Releí el poema. Fui por mi celular y salí a dar una vuelta. Un ruido de amargura ocupó el camino y el vacío de tu ausencia se fue haciendo presente, y mi memoria se allegó hasta el pueblo… ¡Maldito! La gente puede llegar a ser tan cruel. Y sentí coraje, lo confieso, es un coraje ya viejo. Un coraje que nadie puede quitarme, es lo único mío… Las horas cogieron el sendero que conducía a la nada.Y se me fue yendo el día.

En la noche, libro, foto y laptop en mano regresé a la mesa en el traspatio. Y las primeras líneas de la Plegaria marcada por aquella foto preceden (como epígrafe) esta nota que algo más fuerte que la prudencia me obliga a escribir para ti…

Hoy en la mañana, de un modo extraño, casi infantil, reí contigo y celebré ese niño que aún camina conmigo. A la caída de la tarde había en mí, sin embargo, una confusa inquietud. Te he tenido tan a la distancia durante mucho tiempo… sin conseguirlo. Aunque nunca te dije, de llevarte tan dentro y olfatearte sobre terrenos recién movidos, cada amanecer me conmovía -no imaginas cuánto- aquel triste mirar de tus ojos azul cielo y tu alma de poetisa, tronchada. Mi obstinación en alejarme ocultaba el temor de que llegada la noche te me esfumaras nuevamente, temor confuso e irracional que aumentaba de continuo. Descubro que conforme transcurren los años, y voy recobrando la lucidez, se me hace todo tan claro que oscurecen mis ojos lágrimas negras. Y que encaneció el tiempo mis cabellos... ¡Como han pasado los años! Hoy comprendo el porqué de tu rostro afligido, tus lágrimas bondadosas, tu dolido corazón, el silencio en tus labios apretados… tan callada de ilusiones, en ocasiones ¡tan severa!; tu encono con la vida. ¡Si pudiera como antes de...! Recuerdo que en mi adolescencia temprana te busqué en aquel vagar por las tinieblas de la noche, perdido en llanura de sombras; “errante por los umbríos senderos de las incertidumbres dolorosas”. He pagado el precio de no encontrarte aquella madrugada... Y me pregunto ¿Qué alegrías has conocido tu? Si tu vida fue tan dura, y tan abundante en privaciones... A pesar de la espera en exclusiva entiendo tu prioridad de entonces en la decisión tomada. Así que dejemos de lado las tristezas y venga a nuestras vidas la alegría. ¡Hoy cumples ochenta años! La vida misma te absolvió. Y yo no me cansaré de celebrarlo. Si no hubieras partido entonces serías otra de tantas víctimas, una estadística más en un amarillento y olvidado diario. ¡Que fuerte has sido, mujer! Celebro tu decisión. ¡Estoy tan orgulloso de ti!

PD: Perdona a este descreído que hoy, pasado tan largo tiempo, pide tu bendición.

jueves, 11 de marzo de 2010

Fue en un bar

“Mi vida no es atroz. Si dejo las intranquilas esperanzas de partir en busca de Faustine, puedo acomodarme al destino seráfico de contemplarla”.
           Adolfo Bioy Casares (La invención de Morel)

De entre todas nuestras relaciones hay una que siempre será especial, no importa cómo termine. No se si alguna vez le habrá pasado a alguno de ustedes. Y cuando se comenzó a andar temprano en la vida en el mundo de los bares se establece algo así como una relación místico-religiosa… aunque haya terminado. El diario vivir pavonea argumentos insondables en sus varios campos de batalla. En este podrías encontrar entre arrodillados implorantes, el estoicismo de algunos vencidos, la desgracia de los caídos sin remedio o en quienes sólo vienen por unas copas y ven en la atmósfera que les rodea la misma vieja película con nuevos actores, o el triunfal jadeo de mequetrefes montados por hilarantes amazonas, la argumentación que más se ajuste a tu particular visión de las cosas. Yo no ando tras argumentaciones. A mi me gusta este bar. Estoy aquí recordando, me empeño en sustraer de las horas un vuelo sin prisas por el laberinto del tiempo. Y tu recuerdo lo arropa todo… mujer. ¡De que manera me vi metido de lleno en tu historia! Hace años ya. Muchos. Demasiados quizá. La noche que me asomé a tu vida lloviznaba y me acuerdo que de camino al bar las calles estaban vacías, solos mi sombra y yo a la intemperie, apretando el paso. Hasta llegar al Club Ironía, este bar. Una vez al interior el reloj perdió el sentido, aquí la noche marcha a otro ritmo. Yo saboreaba tres dedos de güisqui (la medida de cada trago) en un punto de hielo cuando te vi surgir. El ruido de las voces, los cuerpos que amenazaban con dejarse ver en toda su desnudez, las luces juguetonas sobre las rústicas paredes, tan imprescindibles al parecer en la cultura de estos lugares, el humo de cigarros, la música de las guitarras, el piano y el saxo, discretamente iban siendo apartados a tu paso. Llevabas las manos en los bolsillos. Caminabas hacia el mostrador sin turbación alguna, escandalosamente serena. Tu curvilínea figura se adivinaba bajo el abrigo y te recorrí toda hasta llegar a tus ojos que ya me miraban y atestiguaron la turbación de saberme descubierto. Fui a desviar la mirada quien sabe a dónde y no pude… No logré resistirme al oscuro gobierno de las pasiones, al instinto animal de poseer al otro que los humanos nos empeñamos llamar deseo. En adelante hicimos de aquel reto punto de encuentro. Una vez tras el mostrador colgaste tu abrigo. Y fue total tu entrega al trabajo. ¡Qué bien conocías el oficio! Tras el arte de servir los tragos la sonrisa sugerida, enmarcada por el rojo carmín en tus labios, artificio para largas conversaciones y desvelos del alma. Otras gracias a expensas de la imaginación, “Quien pecho abarca loco aprieta” (Intensidad, de Benedetti). Pero…, siempre hay un pero, aún en historias como esta, …desapareciste. Y aunque no se que será de ti, confieso te miro en todas. El lugar me hace extrañarte, era nuestro punto de encuentro. Algunos fantasmas siguen aquí. Y de cuando en cuando regreso a su encuentro con la esperanza de… Cada bocanada un sin fin de utopías y una vitalidad física que pensaba no tendría fin (hoy el tipo al otro lado del espejo parece meteorólogo anunciando un frente frío estacionario). Cada trago ríos de caricias. Un mar de pasiones y confesiones que me llevaré conmigo.

Empieza a amanecer. Llovizna. La niebla mantiene encendidas las luces de la calle. Y me pregunto: ¿Me quedo en la cama soñando? ¿Me voy al Club Ironía?

Vídeo de fondo:
Sabina & Serrat - 17, 19 y 500 noches


PD. “Sería pérfido suponer –si un día llegaran a faltar las imágenes- que yo las he destruido. Al contrario: mi propósito es salvarlas...” (de La invención de Morel)

martes, 2 de marzo de 2010

Te recuerdo Amanda

¿Por qué perdiste tu primera serenidad? ¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa con la espada en la mano? ¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios? 
     
                                             Vicente Huidobro, Altazor o el viaje en paracaídas (canto 1)

Tras el terremoto de 8,8 grados que asoló Chile, un silencio de muerte se esparció en el aire mientras bajo escombros se extinguía la vida. Algo se rompió. Rápido. “Les nació de sorpresa una noche como se abre la hoja del plátano... y, rasgó el lienzo al dar su grito”, llega a mi memoria, de Gabriela, hoy que estas notas te escribo. No te olvidé. Te recuerdo, Amanda. De golpe, otra realidad se fundía con el espejismo de la ciudad de hacía apenas unos minutos. Tu ciudad. Cinco minutos, Amanda. Cual piezas de un rompecabezas, amontonadas unas sobre otras, tu casa de concreto yacía en ruinas. En cinco minutos, “porque así son las prisas del cielo”, sentenció Sepúlveda, ese otro hermano chileno. Igual a muchas otras casas del vecindario y otras localidades del campo, la ciudad y la costa. Y corrías. Sólo pensabas en llegar a encontrarte con Manuel sin que importara nada: ni tu desnudez, ni tus heridas, ni tus pies descalzos, ni el pelo impregnado de argamasa de agua y polvo del desastre. Y seguías corriendo, entre réplicas, saqueos, motines, siniestros…, incertidumbre…, toques de queda, dolor. El inmenso océano también hacía lo suyo, devolvía recuerdos enterrados sepultando sueños nuevos. En cinco minutos, “la vida es eterna en cinco minutos”, te escribió Víctor Jara hace ya tantos años. Y por eso, tú, que sabías de arrebato de vidas, de desaparecidos, pérdidas, toques de queda, incertidumbres y largas esperas, corrías a encontrarte con él. Comprendo tu urgencia de hoy como la ayer. Ignoras que muchos ya no regresarán, tampoco Manuel. ¡Pero tienes fe!

PD: Amigos, ¡Hay urgencia! Que cada uno de nosotros sienta en Amanda y Manuel a su hermano.

Vídeo de Fondo:

Silvio Rodríguez - Te recuerdo Amanda

viernes, 19 de febrero de 2010

Casi predecible

              "La legítima pretensión del adversario de conquistar el poder es siempre una agresión”.
                                                                                                    Joseph Ramoneda

Desde primeras horas de la mañana, contadas gotas de lluvia se mezclan con un calor que raya en majadería. Empiezo el día por extrañar el soplo suave y constante de la habitual brisa en el traspatio, temprano al amanecer y de tarde al nacer la noche, lugar dónde suelo quedarme hasta agotar el día. Tras palmeras y flores se alza un muro de sobre dieciocho pies de alto que da la sensación de estirarlo al espacio y brindar majestuosidad y protección para el disfrute de gratas y aprovechables largas horas. Al mediodía, en días como el de hoy, el sol se reflejará cual espejo y la temperatura puede llegar alcanzar niveles de fuego crepitante, laterá en toda su expresión el brillo y poder de la luz. Disfruto por el momento de mi más importante cita a esta hora, saborear unas tazas de café Hacienda San Pedro, exquisito café artesanal puertorriqueño sugerente de aromas de especias, salvia y romero en particular. Molido grano fino bajo la dirección y supervisión del amigo Roberto Atienza en Jayuya. Laptop sobre la mesita a la sombra de las palmeras echo un vistazo a los diarios en la red cibernética. Sus páginas resaltan amagos de insurgencias de tono amarillento en el partido popular. Si comparamos las “insurgencias” que han existido en el ppd desde su fundación difícilmente esto de ahora podría considerarse una duradera. Pero es escaramuza de fuerte resonancia en los medios. Y su liderato lo sabe. No hay porque obstinarse en no reconocer que “ambos bandos” sacan provecho…(y como un todo) publicidad y motivación con miras a la movilización para su asamblea de este año. Tras la cual, auguro, surgirá el mismo ppd que conocemos hoy, sin moverse un ápice de su línea ideológica. No es lo peor. Mientras, algunos (por no decir los de siempre) se entusiasmarán y entretendrán ante la posibilidad de posturas ajenas a la esencia misma de un partido que depende de “la indefinición” para gozar de perfecta salud existencial, sino difícilmente podría mantenerse cohesionado. Y en esas filas, mi hermano, la tendencia natural es la administración del presupuesto, no el resolver, ni tocar siquiera con varita larga, el asunto del estatus. Y menos en año electoral, donde siempre hay que negociarlo –y se limita a un turnito- en los debates televisivos de cada cuatro años. Sin duda la discusión impacta en la opinión pública. No puede despacharse como capricho la calculada decisión de un viejo conocedor de los rituales populistas el replantear (porque no es novel en sus labios) un tema controvertido y espinoso pero que crea el alboroto conveniente ahora porque no ve luz al final del túnel que señale a un triunfo de su partido de cara a las elecciones del 2012 si su liderato sigue como va, y a la vez reducir o anticipar los conocidos efectos colaterales de su discusión. Y Willie, queriendo o sin querer queriendo, conocedor de la máxima: “si la oportunidad política la pintan calva pelo que molesta está demás” utilizará los feudos de poder a su alcance para afeitar cabezas, y afeitarse a sí mismo, ahora. Y políticamente hablando, es legítima la pretensión. ¡Claro, y de interés partidista!, argumentarán unos y otros. Ciertas ambas. Pero… flotan en el aire olores… Olor a duda, a resoluciones escritas a la medida requerida del momento sin verdaderas repercusiones en la esencia, de ágil movida organizacional, motivacional, táctica… ¿No les da olor a peje maruca -el de la conocida frase de un periodista amigo- esa necesidad urgente de discusión del asunto del estatus en las filas del partido popular? ¡Pero si allí eso es anatema! Que nadie se enoje, “sé de pasiones que nunca se hacen esperar”. Y en la pasión por la política esta necesidad de encender alguna mecha es casi predecible.

Nota: Si sobra bosteza en silencio, la vejez le ha dado por dormir. Ya no ladra.