domingo, 29 de noviembre de 2009

Conmigo serás la voz, e instrucciones para publicar comentarios

La barrera del tiempo la rompen los hombres, y a veces viejas conductas comunican con estas y la vida se convierte en un continuo que jamás se sabe dónde y cómo comenzó.                  Juan Cruz


Lamento la tardanza. Esta pareció ser la semana de los tres jueves. Tras el diluvio universal (masacres, suicidios, mujeres asesinadas por sus parejas o ex, un espeluznante crimen de odio que ha conmovido hasta a los inconmovibles, pavos, batatas dulces, ensalada de papas y arroz con gandules, miles de trabajadores despedidos, o por serlo, indecisos entre si rellenar el pavo con carne molida, manzanas y el fracatán de ingredientes de la cocina boricua o a los gobernantes con las cartas de despido, cuentas de cobro y los pedidos de regalos de sus hijos para esta navidad (o a mano pelá), y algunas horas de sol y calor), comienza a sentirse aroma de fiesta decembrina. Anoche una brisa fría mecía las ramas de las palmeras y los helechos bajo un cielo despejado y majestuosa luna llena. Y hubo encendido de luces y la calle ya se viste de fiesta. Mi casa está como para revista de decoración, con muy buen gusto por cierto. Rosin se esmera que así sea, le encanta la navidad. Es como una niña con su casita de muñecas. Yo podría prescindir de esta época, pero desde hace dieciséis años aprendí a tolerarlo y hasta creo que ya lo disfruto. Y la alegría de los nietos, y el tren bajo el árbol… La vida suele ser complicada y contradictoria.

De madrugada, mientras la brisa fría se dejaba sentir aún y la luna vigilaba lo que quedaba de noche, llegaron a mí otros recuerdos al sentarme a escribir y notar entre los más recientes seguidores del blog la foto de Samuel, hermano de tantas batallas. Lo conozco hace cuarenta años. Compañero de bohemia, guitarras y poesías, de vigilias, de Partido, de campaña electoral, de piquetes, de reuniones, de noches de desobediencia civil en el campo de tiro en la isla de Vieques mientras realizaba maniobras militares la Marina de Guerra de los Estados Unidos, y de prisión por esos actos. Sin embargo, lo que más nos une es el odio a la pana. Recuerdo una de aquellas noches en el campo de tiro. Los helicópteros no dejaron de sobrevolar el área toda la noche y no pudimos dormir. Nos ataron a unas nodrizas, dijo Samuel, buscando recuerdos viejos profundo en la memoria para una conversación. Árboles de pana que servían para abastecer animales y humanos. Una pana para los cerdos, leña y sal, otra pana para nosotros, manteca y achiote. Fue una vida de escasos recursos económicos. Y de una sobredosis de panas. Sin salir de su escondite rememoró también sus aventuras con el Congo y Tony (alias el sapo), correteando en sus años de infancia y adolescencia por las fincas de café y frutos menores del barrio Capa de Moca. Habló de don Peyo, el del primer televisor en el barrio, y las caras de asombro de los vecinos arremolinados en el soberao mirando la mágica caja negra que trasmitía imagen y sonido. Y me contó de su tío que era un genio y estaba harto de las panas. Juraba que cegaban, y se pegaban al cerebro y ni con espátula… las consideraba comida para cerdos. Esa mierda no alimenta un carajo, insistía. Todo el alimento de la pana se va en un… ¡Samuelito, ponte un tapón de corcho si quieres conservar una onza! Nosotros en el Espino le llamábamos chuleta de gancho, le dije. ¡Y las comimos tanto! En la guardarraya entre el terreno de doña Esperanza y el de mis padres había siete árboles de pana. Y un día era pana y corned beef, otro pana con boca (mojaditas con saliva y un poco de aceite), el siguiente majadas en mantequilla y tres gotas de leche, o rellenos de pana o salchichas fritas y panas, y fiambre de carne con pana. Hay odios que salvan. ¡Malditos los días de purgatorio!

Me alegró encontrar a mi buen amigo registrado entre los lectores del blog. Una más juntos. Y al revisar el correo electrónico, para mi sorpresa encontré estas letras suyas:

Pana

Pana verde,
nodriza de mi pobre barrio pobre
Antídoto del hambre nuestra diaria
Te impuso la necesidad contra mi gusto
Por eso
te ignoro y te rechazo como antes
Aprecio que te alejes de mi mesa
me altera tu sabor, lo siento.

Los que hoy
te elogian alardeando sabrosura
seguro te expulsaron de sus mesas
O se adueñaron de la sazón y el aderezo
Pero yo,
que te ingerí a diario hasta el cansancio
que experimenté a secas tu sabor silvestre
llegue a odiarte con razón y aún te odio

Un buen día, a comienzos de este mes alzó vuelo la garza: el día de los expulsados de la vida. Pasado mañana, 2 de diciembre, cumple un mes este vuelo que espero en su obligada escala, sea esta en el sauce de mis sueños, arbusto de mangle o pilote cercano a la costa, llegue a lograr su entrega a diario. Escribir es un reto que disfruto, aunque a veces tarde unos días en dar señales de vida. Agradezco de corazón los comentarios de lectores amigos que van haciendo del blog su voz en alas de esperanza. Mi amigo Pepe ha dicho que “hay curiosidad por saber qué pasó cada vez que la garza se detuvo en las ramas de los árboles durante las pausas en su travesía. Cuántas aventuras, cuánto rompimiento de reglas...” Pues recogeré lo quedado en el tintero, amigo Pepe. Y la fantasía narrará la vida cotidiana y la transformará en algo creíble, digerible. Soportable. “Te agradezco este espacio, que es como una muy necesaria tregua en esta sed de justicia que estamos viviendo.” Fue el comentario de la querida Edda tras leer Dama de Otoño. Comentario que aprecio y valoro pues de eso se trata, amiga. Y la interpretadora de sueños, la que en un mensaje por correo electrónico, escribió: “El día de la primera entrega de El vuelo de la garza (o podríamos decir: el día que trocaste el lastre de lo pasado en fabulosas alas cibernéticas), tuve un sueño espectacular, de esos que uno recuerda…pero no había camino reconocible, ni carros, ni señales, ni verjas. El asunto es que parece que llegaste a un lugar al que todos queremos ser invitados, y que a pesar de lo distintos que somos, ese espacio soñado es parecido para todos, y por eso reconocemos la llegada hasta allí de un amigo”, gracias mil. A diario me llegan mensajes de aliento. Y el blog sigue sumando seguidores  e intercambios de calor de amistad. Son muchos los que preguntan cómo inscribirse. Lo agradezco. A mayor número de lectores inscritos mayor el esfuerzo de la entrega a diario. Y mayor la fuerza de mi voz.

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Vídeo de fondo:

Un millon de amigos (Roberto Carlos)


2 comentarios:

  1. Gracias por contestar mi pregunta. Estoy seguro de que tus historias serán mucho más "digeribles" que las panas que tanto odias a fuerza de haberlas comido por necesidad. Me he reído en cantidad con tus ocurrencias. Lo grande es que haya alguien más que comparta tu desprecio por las panas, que por mucho tiempo, al igual que el bacalao, eran la comida del pobre. Ahora ambos son "comida gourmet".

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  2. La gente es muy solidaria cuando le canto a la pana. Me piden la repita. Parece que les toca en lo intimo. Fuimos muchos los maltratados por esa bola de cáscara y almidón.
    Exito con tu blog. Escribe, escribe que se nos hace tarde.

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