Viajo en tren. Por doquier se ven caras de todas las estaciones. Se perciben variados humores. Flotan cansancios, corajes, frustraciones, alivios, que enmarcados en las prisas, la epidemia de soliloquios telefónicos, aires de indiferencias, un fracatán de comemierderías, decenas de desenfados e irreverencias, resaltan las edades, profesiones, vagabunderías y la honda huella del desasosiego en los sin empleo, los parados; la nueva incertidumbre al enfrentar su destino. Cada quien va inmerso en lo suyo. Yo voy leyendo Caín, la más reciente entrega de Saramago, que espero comentar en este blog. Un mensaje en el celular me recuerda que el 1 de noviembre, Avelina hubiera cumplido ciento siete años. Y sucede que como por extraño sortilegio el tren se ha detenido, de pronto, en la estación de los recuerdos. Y esta frase de Antonio Gala, la primera amiga con asiento fijo en mi corazón se me antoja más bella mientras más la pienso. Aquel fue amor a primera vista. Desde que la vi a mediados de la década del setenta, un martes en la mañana, sentada en su sillón a dos o tres pasos de la puerta que daba al balcón de su residencia en la calle Quito 974 de la urbanización Las Américas. Era de belleza sencilla y aura deslumbrante. Poseía un exquisito sentido del humor, hablábamos, yo sonreía y las horas caían muy de prisa. Me acercó a sus afectos y los míos se echaron irremediablemente a sus pies. Tejía a ratos y a ratos leía. María Cecilia Josefa Alejandrina de los Dolores Benítez Noya (Mari Ceci), una de sus hijos, fue la responsable al brindarme refugio en aquel hogar tan cálido y singular al que iba luego de las maratónicas reuniones de las Comisiones Ejecutiva y Coordinadora del Partido Independentista Puertorriqueño cada lunes en la noche, en las oficinas de su Comité Nacional ubicado por esos años entre la Muñoz Rivera y la avenida universidad, en Río Piedras. Yo viajaba con Armengol Iglesias y Bienvenido Vélez desde Mayagüez y San Germán. Y fui quedándome uno o varios días en la medida en que estrechaba lazos de amistad con miembros de las juventudes independentistas universitaria y estudiantil y el personal que trabajaba diariamente en el Comité. Allí conocí a Mari Ceci, desde entonces mi hermana entrañable. La conversación, los cafés con anís y canela y toda clase de panes se extendían hasta bien entrada la madrugada en la cocina de Niní, nunca permitió que la llamara Avelina. Y así fue. Y debe estar rabiando conmigo por pronunciarlo siquiera. Pero volvamos a lo que les contaba. Ella dormía. Se acostaba a hora prudente, como debe ser. Mari y yo entonces éramos noctámbulos. Y porqué negarlo, tenía mucho que aprender este imberbe de aquella la bisnieta del poeta y patriota Gautier Benítez. Me acuerdo que al levantarme, por lo regular cerca a las once, me sentaba en la sala cerca a Niní -taza de café en mano- que sentada desde muy temprano en su sillón, tejía. Y leía libros. Conversábamos, sutilmente me interrogaba. Me aconsejaba. Yo respondía, aprendía, absorbía como esponja de cada conversación. Agradezco haber sido recipiente del afecto sincero de gente como esta. En cada estadía respiré paz, entereza moral, sabiduría, amor. Niní y José Benítez Gautier, pareja que vivió un romance sin igual. Me cuenta Mari que nunca vio a dos más enamorados. Hay una anécdota muy peculiar. Niní le decía a sus hijos: “ustedes tienen que quererlo a él más que a mí, se lo merece, pero el día que él quiera a alguno de ustedes más van derechito al hospicio. ¿Entendido? ¡Y él les decía lo mismo!
Y por tratarse de poetas y de patriotas, hace cuarenta años en una tarjeta con la imagen de Mariana Bracetti bordando la bandera de Lares, un día de las madres, Mari le escribió estos versos: “Hilos, aguja y dedal/ en las manos incansables,/ dieron forma de bandera/ al alma boricua, en Lares… Como la bordó Mariana/ tu también una forjaste./ Con tu palabra y ejemplo/ en seis vidas la grabaste.”
¡Avelina Noya Benítez! No te de coraje conmigo. Hermoso tu nombre mujer de amor, ejemplo de labor callada, de heroísmo diario, independentista de pisada leve y huella profunda como bien ha dicho tu hija, Mari. ¡Un cálido abrazo y un beso en la frente, dama de otoño! ¡Celebro tus 107 años, amiga de asiento fijo en mi corazón!
Música de Fondo:Y por tratarse de poetas y de patriotas, hace cuarenta años en una tarjeta con la imagen de Mariana Bracetti bordando la bandera de Lares, un día de las madres, Mari le escribió estos versos: “Hilos, aguja y dedal/ en las manos incansables,/ dieron forma de bandera/ al alma boricua, en Lares… Como la bordó Mariana/ tu también una forjaste./ Con tu palabra y ejemplo/ en seis vidas la grabaste.”
¡Avelina Noya Benítez! No te de coraje conmigo. Hermoso tu nombre mujer de amor, ejemplo de labor callada, de heroísmo diario, independentista de pisada leve y huella profunda como bien ha dicho tu hija, Mari. ¡Un cálido abrazo y un beso en la frente, dama de otoño! ¡Celebro tus 107 años, amiga de asiento fijo en mi corazón!
Love is All (Yanni)
Tomás:
ResponderEliminarLeí tu ensayo-homenaje a Niní primero con curiosidad y luego arropada de ternura. No la conocía como Niní, sino como mamá de Mari Ceci. Es hermoso que con este homenaje también irradies a Mari, una patriota cuyas lecciones de perseverancia, compromiso inquebrantable y sacrificio me ha enseñado tanto en esta lucha. Te agradezco este espacio, que es como una muy necesaria tregua en esta sed de justicia que estamos viviendo. Éxito en este proyecto.
Un abrazo fraternal,
Edda