Continúo de viaje. Dudo que el frío amaine. Del barandal del gazebo me asomo al bosque, al contagio de lo que ofrece. La arboleda se levanta rozando el cielo. De cuento. Sugiere. ¡Encanto previo a los infiernos! El bosque es siempre una trampa disfrazada. Trampa a los instintos, a la lógica. Colecciona perfumes entre golpes de hediondez, nidos, venenos, y arañas peludas que hacen el amor columpiándose, o encima o bajo la hojarasca. Y bestias que se arrastran. Encierra misterios que desconozco, razones oscuras, desnudas de forma. De las que guarda la naturaleza y han resistido por siglos el afán indagatorio de los hombres. Lo habitan testamentos y profecías, ...desencarnaciones, brujas maravillosas, insectos gigantes. Y presiento que algo más. Me pierdo mirándolo. No es enteramente real. Se deshace ante mis ojos…
Y otra realidad es construida sobre el mismo lugar. El revoloteo y canto de las aves, avecillas, pájaros, pajaritos, invade el lugar. Sobre el tronco seco de un árbol que se me confunde por momentos entre el bosque invernal, distingo la singular silueta de uno vestido de etiqueta, pechera gris y sombrero de copa rojo. El ritmo obstinado de su picotear deja claro que no desistirá hasta lograr su objetivo. Se acerca otro de igual vestimenta, pero petit, con la elegancia de lo ordinario. Por su coqueteo, presumo que carpintera buscando compañía. De pronto él, al picotear ella el mismo tronco, ladea pescuezo y cabeza. ¿Señal de molestia? Ella se marcha asumiendo poses de indiferencia. …Más abajo viven otros, troncos demás ofrece el bosque. Otras aves revolotean. No sé si tiemblan por la reciente nevada o celebran al asomo de un rayo de sol. Alfombra o llovizna de colores. ¡Son tantas! Cada una su atuendo específico. Las hay verdeamarillos de pecho naranja, de plumaje gris pardo, pecho rojo carmín y colita azul pavo. Otras de un rojo intenso y marrón claro. Una bandada de pajarillos, como esas reinitas que van tras el azúcar, o las tortolitas, se calienta sobre el tejado, al borde de la chimenea. Y como rasgando un velo, el canto desapacible de dos aves mucho más grandes que las otras (de un negro negro), graznidos que más parecen ladridos, surca los aires. ¿Dos cuervos y un canto de amor? ¿Señal de alarma? ¿Ritual? Lo mismo en todo caso, el amor guarda gritos que el oído no conoce. Códigos extraños, lenguaje preciso… Y otra bandada, que va del suelo a la arboleda, con precisión y al unísono se posa sobre las ramas secas del mismo árbol. ¡Maravilloso espectáculo! El ser de las cosas se me revela, “porque las cosas son así”. Adentro, en la radio se escucha a Barry White. La baja temperatura llama a arrimarse, té caliente y abrigo me esperan. Más de uno alimenta nostalgias… Y es bueno conversar.
Volteo al cruzar la puerta. Presiento que una inquieta y solitaria ardilla, de cola muy poblada, logra escalar la cima de un pino.
Vídeo de fondo:
Barry White & Pavarotti
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