“…la gente llora… y se pone a llamar a Jesús". Pero Jesús no acude. Si lo hiciera sería tal vez la primera en la historia de Haití… que ya es decir”. Pablo Ordaz (Periodista)
Aunque de viaje aún, por Georgia, no me es posible ignorar esta dura y trágica realidad. Haití. La visité en dos ocasiones y en ambas tiritaba del frío de la injusticia. Y en ambas sus calles se tiñeron de sangre. Pero hubo calor de esperanza en su gente, y hubo sonrisa en sus labios en medio de aquella realidad que desfiguraba el rostro, y hubo abrazos solidarios. Y creímos que el sol saldría por fin. Y me la traje en el alma. Allá quedaron luchando buenos amigos. Entre ellos, Víctor Benoit, ese hombre revuelta, perseverancia… posibilidad. Haití sigue temblando. Sus calles vuelven a teñirse de sangre. Hoy lo cubre el hedor de la muerte. Y la ayuda internacional, si va llegando ni llega a todos ni a tiempo. Con cada minuto se pone peor. Dantescas imágenes se repiten a cada paso. Decenas de miles de seres humanos han muerto, la mayoría yacen sepultados bajo los escombros de lo que alguna vez fueran escuelas, guarderías, orfanatos, hospitales, hoteles, supermercados y otros edificios derrumbados. Otros cientos han muerto desangrados o por causa de heridas infectadas que no recibieron atención a tiempo. Decenas de miles más están por morir. Cientos de miles deambulan sin pertenencia alguna, sin techo, hambrientos… sin esperanza. Por doquier se escuchan los ¡aquí estoy, no me abandonen!, voces de sobrevivientes, susurros que bajo las piedras, paredes, el suelo o quizá sólo en el deseo piden ayuda. El escepticismo, el pánico, el caos y la histeria, reina en las calles. Por doquier, saqueos, peleas,…barricadas. La desesperación por obtener agua y comida lleva a enloquecer. Niños que preguntan: ¿Y mi mamá? Madres que claman: ¿Alguien ha visto a mis hijos? Gentes que gritan: ¿Dónde carajo estás, Dios? Por doquier, cadáveres putrefactos, millares de muertos tirados en fosas comunes, hombres caminando kilómetros y kilómetros como zombis, llevando en brazos el cuerpo del hijo, la esposa, el hermano, la madre o de algún amigo hasta encontrar un lugar donde sepultarlo… con la dignidad de lo posible. Otros cientos quemados en plena calle por temor a las epidemias. Por doquier, la desesperanza, que al parecer ha conseguido residencia fija en la nación más pobre y desamparada del planeta. En silencio, muchos (como nunca antes) ya han comenzado su marcha hacia la frontera, el alma de sus muertos camina con ellos, y abandona la ciudad. Se repite la misma historia… Con más saña esta vez… Al mismo tiempo que en los principales periódicos del mundo se habla de que el mayor eclipse solar del milenio sería visto este viernes y los astrónomos aseguraban que las islas Maldivas eran el mejor lugar para observarlo, el fenómeno no ocurrirá nuevamente en 1.000 años. Pues para los haitianos no ha salido el sol ni hay asomo de luz en el horizonte. El eclipse en Haití tiene visos de perpetuidad. Quizá por los próximos 1.000 años. Y el mejor lugar para observarlo es Puerto Príncipe.
Quedan preguntas que ya se han hecho otros y esperan por respuesta: ¿Por qué son siempre los más pobres los que sufren las peores consecuencias? ¿Volverá a quedar sola Haití una vez desaparezca de las pantallas de la televisión y las primeras planas?
Tomemos algún compromiso en estos días para conocer la Historia de Haití, a fin de que nos ayude a amarla y comprender de qué modo podemos colaborar con su proceso de liberación y recuperación. Valoro mucho la historia porque es la referencia sagaz en los caminos de los pueblos para no perderse en laberintos ciegos, y pasos torpes.
ResponderEliminarEstoy en estos días leyendo sobre la dolorida hermana... Supe así que su Padre Toussaint Louverture al ser tomado prisionero, allá por 1802, dijo:
“Al derribarme solo se ha talado en Saint Domingue el tronco del árbol de la libertad de los negros, que volverá a crecer por las raíces, ya que estas son numerosas y profundas”.
Ayudemos a que estas palabras proféticas retornen con mas fuerza que nunca.
Zaka era el dios y jefe vodú de la agricultura, que su espíritu sobrevuele para dar vida a ese árbol y el de nuestras siembras por Haití.
Querida Helvia, gracias por tu comentario, al punto como siempre. Espero puedas accesar en larepublicapr.com algunos escritos sobre nuestros hermanos haitianos, entre ellas la del compañero Rubén, escrita hace algún tiempo pero tan oportuna. Nos toca de cerca la tragedia del pueblo de Haití. A algunos les echa un balde de agua fría, a otros nos estremece las fibras más sensibles porque hemos estado con ellos allí en su tierra y compartido luchas, penas, risas, entusiasmos y desesperanzas momentáneas. No puedo negar que me arropa el corraje, cirto sentido de impotencia y alguna dosis de pesimismo asoma en la tinta. Sirve para exorcisar viejos demonios, expresar rebeldias y corajes contenidos. ¡Que asome la esperanza! Se que ese pueblo valeroso sabrá obtener de todo esto las lecciones y la voluntad (de la que ha sido escuela para la america latina toda) y volverá a sonreir.
ResponderEliminar